Sala 3

It

Me negué a ver cualquier fotograma de IT (1990) y la imagen de ese inquietante payaso al que dio vida Tim Curry me siguió aterrorizando durante mucho tiempo

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Cuando el terror surge descontextualizado, a través de un elemento impropio con connotaciones, a priori, totalmente contrarias al horror, el miedo, por inesperado e invasivo, se vuelve prácticamente tangible. De pequeño, me encontré cara a cara con ese tipo de terror, que se quedó conmigo durante varias noches de pesadillas y temblores.

Me negué a ver cualquier fotograma de IT (1990) y la imagen de ese inquietante payaso al que dio vida Tim Curry me siguió aterrorizando durante mucho tiempo. 27 años después, el payaso ha vuelto para encontrarse con alguien que, esta vez, está dispuesto a enfrentarse a sus miedos.

IT (2017), dirigida por Andrés Muschietti, nos sitúa en la ciudad de Derry (Maine) para narrar como un grupo de amigos, frente a las desapariciones que asolan el lugar, deciden enfrentarse a la malvada figura fuente del misterio y de todos sus temores. Pennywise es, esencialmente, la síntesis de varias concepciones sobre la naturaleza del terror.

El hecho de que sea un payaso provoca pavor porque rompe de alguna manera la lógica de nuestra realidad a través del desconcierto, pero es también una fuerza del mal con un origen inexplicable. Un ente físico, perceptible para los niños pero inadvertible para los adultos. Un payaso que en lugar de hacernos reír, nos hace flotar.

Muschietti sabe que el personaje creado por Stephen King en 1986 debe ser el elemento terrorífico principal de su película, y construye cada aparición del payaso en torno a una conseguida atmósfera y una siniestra fotografía, pero a veces arruina todo lo orquestado abusando de sustos simples y artificiosos, introducidos a destiempo a través de un torpe uso de la banda sonora.

Es entonces cuando la película, por momentos, deja de dar miedo, porque rápidamente nos volvemos conscientes de sus mecanismos internos, casi tan evidentes como los del propio Pennywise, al que los niños acaban plantando cara de la misma manera que a la inevitable llegada de la madurez.

Es frente a este abismo entre dos etapas de la vida donde la película (que promete secuela para 2019) se alza como referente moderno del género; representando a la perfección ese salto al vacío que suscita el abandono de la niñez instigado por un mundo adulto asentado en el odio, el terror y la indiferencia.

Los contrastes que se atisban entre estos dos mundos, como la tétrica pareja que pasa en coche apartando la vista ante un horrendo acto de acoso; o la bibliotecaria que intimida al crío infundiéndole sus propios temores, acaban provocando que los elementos más normalizados de nuestra sociedad provoquen más miedo que cualquier situación sobrenatural, porque es solo entonces cuando el miedo se hace verdaderamente tangible.

Para leer más sobre cine puedes visitar mi blog elmurodedocsportello.wordpress.com

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