Sala 3

Atómica

No hay ley. Solo un espíritu de sálvese quien pueda sostiene el entramado de endebles alianzas sobre el que se sustenta este ecosistema de artífices

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  • Atómica -

Berlín, 1989. Las raíces que aún sostienen el muro se congelan al mismo ritmo que la Guerra Fría da sus últimos coletazos. Espías que quién sabe a qué guardan lealtad deambulan por las calles como ratas intentando escapar de un barco que se hunde. No hay ley. Solo un espíritu de sálvese quien pueda sostiene el entramado de endebles alianzas sobre el que se sustenta este ecosistema de artífices de la seducción, el engaño y el asesinato. Hasta que llega Atómica.
Atómica, dirigida por David Leitch (John Wick, 2014), narra la historia de Lorraine Broughton (Charlize Theron), una agente encubierta del MI6 enviada a Berlín con la misión de recuperar información perdida de vital importancia.
Allí, entablará relación con David Percival (James McAvoy), excéntrico contacto de la agencia en la zona y ejemplo vivo de que el muro no es lo único a punto de caer, pues el mundo del espionaje se tambalea conforme la confianza y las relaciones establecidas durante tiempo atrás se resquebrajan y finiquitan con la rapidez y la sordidez de un disparo en la nuca.
La cinta, que intenta beneficiarse del espíritu de las novelas de John le Carré, ofrece una entretenida historia  de espionaje que apuesta por el enaltecimiento de la forma sobre el fondo. Así, en cada plano se establecen divertidos juegos de simetrías, luces y sombras, reflejando el enmarañado sistema de dobles —o incluso triples— caras que plantean sus personajes.
La ambientación, sustentada en la adoración por una estética hortera bañada en luces de neón, consigue rememorar esa etapa final de los 80 donde la degradación de lo retro instauraba un estilo único e irrepetible, pero su relevancia se diluye en la complejidad impostada de un guion olvidable.
El espectacular apartado técnico que luce la película —quizás demasiado obsesionado con el goce audiovisual del espectador— encuentra su razón de ser en las increíbles escenas de acción que dirige David Leitch, caracterizadas por un excelente planteamiento espacial que consigue sacar el máximo partido a una violencia estilizada y coreografiada hasta el extremo, alcanzando su clímax en un plano secuencia que, pese a valer por sí mismo todo el visionado de la película, está estirado hasta la extenuación (la de nosotros y la de la pobre Charlize).
Leitch, que estrenará Deadpool 2 en 2018, demuestra ser un esteta talentoso, pero aún surgen dudas en cuanto a sus capacidades como narrador. Al menos la película nos ofrece la oportunidad de confirmar lo que veníamos sospechando desde la aparición de Imperator Furiosa en el cine (Mad Max: Fury Road, 2015): Charlize Theron no tiene absolutamente nada que envidiar a ningún protagonista de acción masculino, pues aniquila y seduce con la misma facilidad que su compañero de profesión, 007. Esperemos que en el MI6 se hayan percatado de ello.

Para leer más sobre cine puedes visitar mi blog https://elmurodedocsportello.wordpress.com/

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