Sala 3

La Bella y la Bestia

Ofrece un lindo paseo guiado por la añoranza de una época ya pasada, emulando a través de la nostalgia una de esas enseñanzas maestras

Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai
  • La Bella y la Bestia -

Cuando uno nace en los 90, crece aprendiendo que la condición social no califica ni clasifica la nobleza de la persona; que la muerte no es más que el final natural e inevitable del ciclo que rige la vida; que la naturaleza más salvaje es la que se desata en la unión de dos corazones extraños; y que la belleza, como tantas cosas importantes, está en el interior. Disney alcanzaba por aquel entonces su más magnificente brillantez como maestra y contadora de historias y nosotros, atentos, asistíamos sin falta a sus fantásticas clases. Es imposible, por lo tanto, analizar La Bella y la Bestia (2017) obviando lo que es; un remake que casi se limita a copiar complacientemente la película original de 1991, pero si se pudiese acometer un análisis que obviase tanto la naturaleza de la película como el contexto que la acontece y la define, el resultado sería más que satisfactorio.
Bill Condon no recurre a las coloridas vidrieras que servían de prólogo en la película original para narrar la historia, sobradamente conocida, de un joven príncipe que fue maldito por rechazar la bondad y limitarse a valorar el aspecto más superficial de todo lo que le rodeaba.  A lo que sí se aferra el director estadounidense para hilar los tramos claves de la cinta es a los vistosos números musicales que tan eficientemente presentan y definen a los personajes que protagonizan este nostálgico cuento, respetando las canciones originales —e incluso planos y movimientos de cámara—, pero aportando un dinamismo extra que, en ocasiones, enturbian la composición y la fluidez de la escena.
Es curioso pues, que la cinta funcione mejor cuando se ciñe en calcar todo aquello que maravillaba en su predecesora y que patine en los añadidos formales que aporta su director, centrado inútilmente en hacer que lo que es igual, parezca diferente.
Los aportes que sí sustentan el sentido de este remake recaen en su protagonista, Bella, encarnada por una Emma Watson que, pese a dejar una vez más patentes sus carencias interpretativas, se alza como la figura comprometidamente feminista que es, mostrando una revisión del personaje de Disney que huye en todo momento del calificativo de princesa —ella misma niega serlo en la película— para mostrar con naturalidad a una chica que disfruta leyendo y que se nutre del romanticismo de la ficción para descubrir más allá de lo físico la verdadera belleza de lo cotidiano.
En definitiva, La Bella y la Bestia ofrece un lindo paseo guiado por la añoranza de una época ya pasada, emulando a través de la nostalgia una de esas enseñanzas maestras que, intacta, permanecerá inmutables e inimitable para aquellos que de verdad quieran volver a sentir lo que sentían cuando Disney era nuestra maestra favorita.
Para leer más sobre cine puedes visitar mi blog elmurodedocsportello.wordpress.com

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN