Todo ser humano tiene sus miedos. Algunos de nosotros poseemos temores ocultos bajo nuestra férrea apariencia y en otros se hacen más que evidentes. Los mismos pueden llegar a parecer ridículos e incomprensibles o realmente imponentes e insoportables, todo depende de la introspección del que los incuba. Hasta un ser inmortal puede llegar a temerle a la vida. El caballero oscuro, niño huérfano y héroe solitario, también los tiene, escondidos bajo su capa y su “armadura facial”.
Con la pantalla aún teñida de un temible negro, Batman: La LEGO película (2017) ya te ha arrancado las primeras carcajadas. Una firme declaración de intenciones lograda con tan solo dos elementos: el negro y la voz de Batman. No necesita más. Con tan solo una sencilla ruptura de la cuarta pared, el espectador ya es perfectamente consciente de que va a asistir a una atípica deconstrucción del justiciero de Gotham, una disección de sus más profundos temores a través del humor como arma y como cura.
En esta nueva y colorida aventura del universo LEGO todo encaja con casi la misma armonía que en su predecesora, La LEGO Película (2014), pero se hace evidente a veces que Chris McKay, su director, echa de menos a dos genios como Philip Lord y Christopher Miller. No podríamos culparle.
Su película se erige divertidísima y voraz desde su rompedor inicio, en el que sienta las bases del conflicto que se pretende desarrollar a través del antagonista por excelencia del hombre murciélago: el Joker. Ese payaso triste, amante del caos, también se nos presenta vulnerable manifestando dudas en cuanto a la razón de su naturaleza, siempre sujeta a la de Batman, lo que desembocará en una especie de revisión del cómic de Alan Moore y Brian Bolland: La Broma Asesina (1988), eso sí, reacondicionada y ajustada en clave de humor para contener un mensaje optimista y de amplio espectro para niños y adultos.
Y es en la familia donde todo acaba. Porque todo empezó con ella y con ella debía terminar. El miedo a la pérdida se enfrenta en batalla continua con el valor de abandonarse a querer y ser querido, construyendo la introducción, el nudo y el desenlace de esta genial comedia en la que casi no puedes parpadear sin perderte un cameo, una referencia, un chiste o una valiosa lección: no es tan valiente el que se empeña en luchar solo como aquel que acepta el riesgo de enfrentar los miedos acompañado.
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