Sala 3

Múltiple

La mente humana es un misterio. Si nos asomáramos a la mente de M. Night Shyamalan podríamos encontrarnos ante un escabroso laberinto repleto de imaginativos

Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai
  • Múltiple -

La mente humana es un misterio. Si nos asomáramos a la mente de M. Night Shyamalan podríamos encontrarnos ante un escabroso laberinto repleto de imaginativos universos donde no hay lugar para el escepticismo ni la vergüenza, y sí numerosos rincones para el florecimiento de la sorpresa y lo fantástico. Poco importa el prisma desde el que observemos su filmografía; toda ella se rompe en numerosos fragmentos que esconden descalabros y genialidades a partes iguales, muchas veces conviviendo en la misma parcela de cristal, conformando películas frágiles e imperfectas que, de uno u otro modo, siguen perdurando más allá del tiempo en el recuerdo como un espejismo fugaz y memorable. Con su nueva película, Shyamalan confirma lo que ya muchos atisbábamos con su anterior estreno, La Visita (2015); el afamado director de El Sexo Sentido (1999) ha vuelto para quedarse porque, en realidad, nunca llegó a irse del todo. En Múltiple (2016) nos adentramos en la mente de Kevin (James McAcvoy), un joven con trastorno de personalidad múltiple que puede presentar hasta 23 identidades completamente diferentes.
El arranque de la historia, repentino y directo, nos sitúa en el secuestro de tres chicas adolescentes por parte de nuestro peculiar protagonista. A partir de aquí, la narración irá intercalando el punto de vista de las chicas con el de la doctora Fletcher (Betty Buckley), la psiquiatra que trata a Kevin, sirviendo este último como nexo entre ambas situaciones, y provocando un gradual incremento del interés en su extravagante caso, a la vez que la tensión se dispara en cada una de sus tensas e impredecibles apariciones.
Una tercera vía narrativa aparece a medida que indagamos en el pasado de Casey (Anya Taylor-Joy), una de las chicas secuestradas, cuya historia se nos irá desvelando al ritmo de los hechos que se van sucediendo en el presente. Todo el peso de estas líneas argumentales recae en los dos pilares maestros de la película: el espectacular trabajo de los actores, destacando, claro está, la exhibición de James McAvoy, quien ofrece una elasticidad de tonos y expresiones más allá de lo normal, y el gran trabajo de Shyamalan tras la cámara, tejiendo sus escenas con mimo y perspicacia mientras va cercándonos en la claustrofóbica espera de lo inesperado.
Un clímax totalmente abandonado a lo sobrenatural permite a Shyamalan desatarse por completo en el acabado técnico y en la exposición de su tesis sobre la ambigua fragilidad de la mente humana, lo que supone la liberación de toda la tensión acumulada. Cuando todo parece haber terminado, aún hay tiempo para el truco final: una de las escenas más impactantes y trascendentes que recuerdo haber vivido en una sala de cine, pues reestructura y redefine el contexto de todo lo visto hasta el momento para elevarlo hasta una nueva categoría, la de lo nunca visto.

Para leer más sobre cine puedes visitar mi blog elmurodedocspor tello.wordpress.com

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN