Sala 3

Mustang

La historia que se narra en “Mustang”, ganadora del Goya a mejor película europea y nominada al Oscar a mejor película de habla no inglesa, se podría adaptar, con pocas y simples variaciones, para que en lugar de Turquía se ambientase en cualquier otro país de nuestro planeta

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En “Fantasmas de Marte” (2001) de John Carpenter, en los primeros planos que muestran al planeta rojo, aparece un rótulo contextual en el que podemos leer: “Sociedad: Matriarcal”. Desgraciadamente, en una película ambientada en Marte y en la que aparecen fantasmas, el hecho de que la sociedad establecida sea el matriarcado, se convierte en el elemento más distintivo del género de la obra: la ciencia ficción.

La historia que se narra en “Mustang”, ganadora del Goya a mejor película europea y nominada al Oscar a mejor película de habla no inglesa, se podría adaptar, con pocas y simples variaciones, para que en lugar de Turquía se ambientase en cualquier otro país de nuestro planeta.

La sociedad turca no es la única que continua construyendo muros y colocando rejas alrededor de los derechos, las libertades y la sexualidad de las mujeres, ignorando que la cárcel que levanta, más palpable que ficticia, está definiendo y limitando su posición ante un ser que se demuestra indomable más allá de su retrógrada condición de esposa servicial y sumisa.

La película supone el debut en la escritura y en la dirección de Deniz Gamze Ergüven, nacida en Turquía pero crecida en Francia, algo alejada del terrorífico entorno que nos enseña a través de cinco hermanas huérfanas que viven con su abuela y su tío en un pequeño pueblo al norte del país, donde, tras ser señaladas por su comportamiento inapropiado (jugar con otros niños en la playa) por los vecinos de la localidad, serán condenadas a un encierro propio de monjas de clausura, donde comenzarán a ser preparadas para su único cometido honroso: el matrimonio.

Los paralelismos con “La casa de Bernarda Alba”, de Federico García Lorca, se hacen aún más evidentes cuando la indomable hermana menor, Lale, maravillosamente interpretada por Günes Sensoy, cobra mayor protagonismo, y a través de ella comprobamos, tal y como ocurría con la pequeña Adela en la obra de Lorca, como se tapian los resquicios de esperanza a los que estas cinco mujeres se aferran de diferentes maneras, sin encontrar un atisbo de compasión ni comprensión hacia sus figuras, ocultas tras insulsos vestidos sin forma ni color, y como sus rostros van perdiendo progresiva e irremediablemente la sonrisa, a la par que la inocencia.

No debemos confundir cultura con tradición, ni debemos acatar credos arcaicos y erróneos cargados de pensamientos irracionales, por mucho tiempo que lleven sujetando los falsos cimientos sociales de un pueblo, un país, o un planeta.

La incandescente rebeldía de una niña de 13 años que ve morir a sus hermanas en vida es el ejemplo ferviente de que no hay muro ni silencio, religión ni política, hombre ni mujer, capaz de someter al feminismo, ni aquí, ni en Marte.

Para leer más sobre cine puedes visitar mi blog elmurodedocs portello.wordpress.com

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