La Hermandad de los Dolores pudo disfrutar ayer de una estación de penitencia de las que quedan para el recuerdo. El tiempo fue inmejorable, la calle se llenó de personas que quisieron acompañarla durante todo su recorrido, y como cada Jueves Santo, la Virgen de los Dolores se hizo Reina y Señora de la Villa.
Puntualmente, a las siete de la tarde, se abrían las puertas de la Iglesia de la Caridad para dar salida a la Cruz de Guía de esta Hermandad, que cuenta con uno de los patrimonios cofrades mejor conservados y más hermosos de la localidad. Ayer, además, se daba la circunstancia de que la fecha de salida coincidía con el día en el que las imágenes originales de esta hermandad fueron quemadas en la plaza de Andalucía en plena Guerra Civil. Como homenaje a la Virgen de los Dolores originaria, la imagen de la que todos disfrutan en la actualidad lucía una corona que perteneció a esa Dolorosa primigenia.
Unos doscientos hermanos, incluyendo al grupo joven de la hermandad, vestidos de carmesí y con capa blanca, acompañaron al conjunto escultórico obra del valenciano Ramón Chaveli, que represente a una Virgen doliente que baja su mirada hacia el cuerpo de su hijo Jesús, recién descendido de la Cruz y que reposa en su regazo. A sus espaldas, la Cruz con las escaleras usadas para descender el cuerpo, y lienzos blancos que, al aire, aportan ligereza al conjunto. Las mujeres vestidas de mantilla española aportaron solemnidad y tradición al cortejo, en el que también pudieron verse a pequeños penitentes disfrutar de la compañía de sus mayores en quizás su primera salida procesional.
Magnífico trabajo el de la cuadrilla de costaleros, 30 y sus 12 relevos, que bajo la dirección del veterano Pedro Merino, hicieron que la Reina del Jueves Santo casi flotara ante los miles de ojos que la observaban. La Banda de Música de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno acompañaba de nuevo a Dolores en su caminar, ofreciendo momentos muy especiales en el que los costaleros lucieron más que nunca a sus titulares.
La salida se desarrolló sin incidencias, cumpliéndose los tiempos, y la Virgen regresaba a su templo a la hora prevista en un Jueves Santo que se preparaba para dar paso a una Madrugá de antología.
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