La sobriedad y singularidad estética que caracteriza a la rondeña Hermandad de la Vera+Cruz protagoniza la tarde y noche del Jueves Santo.
Este año con absoluta tranquilidad. Recogimiento en la plaza del poeta Pérez Clotet en la salida. Las viejas puertas de Santa María permitían que se escapara un sobrecogedor olor a incienso. Abría la catedral. Y el incienso, que había hecho suyo el interior de la Iglesia, tomó la plaza. Comenzaba la procesión.
El Señor abraza la Cruz. La Virgen de las Penas le sigue. Pese a la dificultad de las maniobras, ni una sola voz más alta que otra. Música de capilla y un coro de niños acompaña el solemne caminar de los pasos. Ante ellos, el Santo Lignum Crucis, la reliquia del madero en que fue crucificado Jesucristo.
Penitentes de negro en el cortejo. El gentío enmudece. Se escapan algunos aplausos tras las maniobras de salida. El mismo público llama al respeto. Caminar sin descanso de los pasos. Belleza sin igual la del Señor y la Virgen de las Penas, cuyo autor, el imaginero sevillano Luis Álvarez, regresó a Ronda esta pasada cuaresma para acompañar en sus cultos a la Hermandad.
Este año se estrenaba una pequeña imagen de Santa Clara, que se sitúo en una de las capillas del paso del Señor de igual modo que ya existía una talla de Santa Elena.
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