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Deberes escolares ¿obligatorios?

permite que cada cual mande deberes sin tener constancia de lo ya prescrito por otros, sobrecargando la agenda escolar, cuando no el calendario de exámenes

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  • Debres en el alero

Deberes escolares ¿obligatorios?
Desde que se tiene memoria, en las escuelas se han mandado deberes al alumnado. Aunque en 1973 se suprimieron en el Bachillerato y en 1984 se prohibió en la entonces EGB (Educación General Básica). En ambas ocasiones, esto suscitó un debate en el que expertos universitarios y docentes argumentaban la necesidad de orientar esta práctica pero no prohibirla.  La generalización del uso del papel para escribir, hace años no existía, permitió que el alumnado pudiera reflejar escritos relacionados con aprendizajes escolares y en ocasiones castigos en forma de copiar 40, 100 o 200 o más, tal o cual frase: No hablaré en clase, traeré los deberes de casa,  debo hablar sin decir palabrotas…. Cuando no existían las libretas, o estas costaban una pequeña fortuna, se permitía por parte del profesorado que esas copias se realizaran incluso en papel de envoltorio, que el alumnado pedía en las tiendas de comestibles del barrio. 
Muchos deberes consistían en memorizar determinados datos que, al día siguiente y siguiendo el ritual de rueda “interrogatorio”, eran preguntados por el profesorado.  Las tablas de multiplicar eran un clásico, o los mandamientos de la ley de dios, o  las provincias de tal o cual región o los afluentes de este o aquel rio, o los montes de  la cordillera de turno. Y a fuerza de palmetazo, ahora no por fortuna, la chiquillería grababa a fuego en sus mentes infantiles los datos que sólo servían para ser repetidos diligentemente, evitando de esa forma sentir la dureza del golpe de la regla o la tediosa tarea de hacer decenas y decenas de copia. El alumnado aprendía memorísticamente, para sorpresa de familiares y amigos, listados de nombres, del mismo modo que las alineaciones de los equipos de futbol del momento, incluso se desarrollaba la memoria a fuerza del coleccionismo de estampas.  Sonará aquella cantinela: La tengo, la tengo, la tengo, ¡No la tengo!
Sigue existiendo quien, desde la docencia, desarrolla una metodología sostenida en corrección en clase de deberes, fundamentalmente problemas matemáticos, aunque de otras disciplinas también se puede. Esta manera de conducirse, cuando es casi la única, tiene efectos nada deseables para la motivación del alumnado que asiste tediosamente a tanto “estar pendiente” del que se encuentra en la pizarra, pretendiendo dar con la tecla del problema no resuelto. Horas y horas perdidas que en poco o nada ayudan al aprendizaje. Y esta forma de “enseñar” acaba con la poca motivación para integrar determinados conocimientos que suelen mostrarse totalmente ajenos al discurrir cotidiano de las infantiles y jóvenes mentes. Y es esencial, para posicionarse sobre ¡si o no!, a los deberes escolares, el conocer la metodología del docente, ya que alguna no puede sostenerse sin mandar deberes a los escolares. De ahí, posiblemente, la resistencia de una parte de la docencia a prescindir o reducirlos.
Además, es preciso percatarse que antaño un solo docente impartía las diversas materias, por lo que en su ánimo siempre estaba presente el volumen de deberes que para casa a su alumnado le encargaba. Rota la unidad del origen de los encargos, por la entrada de especialistas, incluso en educación infantil, la multiplicidad de los mismos y la ausencia de coordinación, en esta y otras funciones, permite que cada cual mande deberes sin tener constancia de lo  ya prescrito por otros docentes, sobrecargando la agenda escolar, cuando no el calendario de exámenes, que incluso para un lego parece excesivo. Pero esto es un asunto de mayor calado que también afecta y mucho a la calidad de la educación.
Fdo Rafael Fenoy Rico

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