La rabia (y el odio)

Este país alérgico al debate y a contrastar y asiduo al berrinche, el insulto, la descalificación, el garrote y el frentismo

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Entre los muchos y disparatados titulares cavernícolas que he leído acerca de la intolerable actuación de un grupo de personas que impidió que se llevará a cabo una conferencia en la Universidad a Autonoma de Madrid me quedo con uno que pone “Podemos siembra odio”, y lo hago, porque proviene de un medio que no ha considerado que se siembra odio cuando se rescata a los bancos y se desahucia a las personas, o se les deja sin luz ni agua; se siembra odio cuando, en cuatro años, las desigualdades económicas crecen más que en una década; se siembra odio cuando se dice que los familiares de víctimas del terrorismo fascista de Franco (y de quienes lo ensalzan o reiteran sus ideas), “sólo se acuerdan del abuelo muerto” cuando hay subvenciones de por medio; se  siembra odio cuando se empuja a la gente a que si quiere una buena Sanidad lo pague mientras se desmantela la pública, gratuita y, lo más importante, universal; se siembra odio cuando se mira para otro lado y se cierran las fronteras ante el drama de los migrantes que huyen del odio de la guerra o de la miseria y del hambre; se siembra odio cuando se adoctrina en nombre del amado dios de algunos ministros contra quienes viven una sexualidad diferente; y así, podría seguir hasta el infinito y más allá. Ya sé que algunos a estas alturas habrán dejado de leer y pensarán que estoy defendiendo a quienes el otro día no actuaron de modo correcto y protagonizaron unos hechos intolerables al no dejar que la conferencia se celebrara, porque hubieran quedado estupendamente manifestándose de forma pacífica y luego escuchando lo que los conferenciantes tuvieran que decir y poniéndolos en aprietos con la dialéctica, pero erraron el camino y tiraron por la calle de en medio, que por cierto, es lo que hacen los jóvenes en casi todos los ámbitos de su vida. El remate es que se está dejando de lado, porque de lo que se trata es simplemente de jugar al pin pan pun contra la fuerza de izquierda, el análisis sobre qué hemos hecho mal colectivamente para que vivamos situaciones como la de hace una semana en la Universidad madrileña. En fin habrá que quedarse con que es una institución docente ya que todo lo sucedido, desde luego, está cargado de muchas enseñanzas que lo que hace falta es que sirvan para que aprendamos algo. Aunque me temo que en este país alérgico al debate y a contrastar y asiduo al berrinche, el insulto, la descalificación, el  garrote y el frentismo, la vida sigue, como dijo aquel, como siguen las cosas que no tiene mucho sentido.

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