“I have a dream...”

Se liaba la manta a la cabeza y se presentaba a las elecciones para ganarlas y para trabajar por el bien común

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Me cuenta un amigo, embriagado aún por el perfume del despertar, “el otro día tuve un sueño; lo cierto es que rara vez al despertar recuerdo las historias oníricas que la noche me regala, pero este lo recuerdo perfectamente y sí, no me olvido de que es un sueño, pero...”   
      “El caso es –abunda mi amigo-, que soñé que un grupo de ciudadanos en una democracia decadente, asediada de manera impía por la corrupción, hurtada por la derecha y no tan bien cuidada y regada como debiera por la izquierda, se proponía regenerarla desde dentro; sí, un grupo de ciudadanos desvinculados en su mayoría de militancias políticas, con la osadía que da tener la razón y actuar pensando en todos y todas no solo en los míos, se liaba la manta a la cabeza y se presentaba a las elecciones para ganarlas y para trabajar por el bien común, para exigir sacrificios a quien debe hacerlos y no a quien no puede, para abrir las ventanas y dejar correr el aire, descorrer las cortinas, levantar las alfombras, gobernar en busca del bien común, dentro de los límites constitucionales, pero caiga quien caiga, con la fuerza que da recuperar la democracia para el pueblo, tener un discurso claro basado en tus propias convicciones y no en el insulto, el menosprecio, el ‘tú más’ al contrincante político”.
       Y, ¿cómo acaba ese regalo que te hizo Morfeo?, le pregunto por no quedarme a medias, que esto es siempre bien negativo. “Pues que este grupo –me contesta- convenció a la mayoría, saltando sobre el miedo que los medios pesebreros siembran parta evitar su competencia en justa e igual lid, y que se imponía en unas elecciones generales que por primera vez dejaban además índices de participación cercanos al 80 por ciento”.
      Y ya estaba poniendo yo el sueño en pie, reflexionando sobre qué hay de verdad y qué de deseo en las señales que las visiones oníricas nos proporcionan cuando me espeta: “Pero espera, porque soñé, y soñé, y luego, claro está, es inevitable, despertaba, pero no como siempre, porque pasé todo el día con buena predisposición, un humor afable, con un semblante sereno y contando este sueño en el que podemos participar sin que nos cueste la fe, los principios, la mala conciencia”.
     Pues vaya bien, le dije ya al despedirme, porque a veces lo que para algunos es un sueño, para otros se acaba tornando una pesadilla.   

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