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‘Regresión’: Un paso en falso

Sin anestesia, ni paños calientes. Está mal escrita, peor contada y pésimamente estructurada. Carece de coherencia narrativa y de ritmo interno...

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Quien esto firma acudió a ver esta película con el máximo interés -el mismo día de su estreno, en la primera sesión- pese a sus referencias muy negativas. Quien esto firma tenía, respecto a ella, toda la disponibilidad y toda la intención de encontrarle valores, incluso a la contra de tantas voces especializadas a las que respeta. Quien esto firma se proponía mirarla con otros ojos, descubrir la cinta secreta y valiosa que en ella se escondía. Quien esto firma pensaba que era posible matizar sus impresiones críticas, como suele hacer. Pues no. Se equivocaba de medio a medio. Lamentablemente.

Porque esta historia de 106 minutos de metraje, que ha escrito el propio realizador, que ha fotografiado Daniel Aranyó y cuya música la firma Roque Baños, es un auténtico despropósito de principio a fin. Basada en hechos reales y ambientada en los 90, sigue a un detective que investiga, junto a su equipo y a un psicólogo experto en regresiones, el oscuro caso de una joven adolescente víctima de abusos familiares y de una tenebrosa trama que implica a toda la comunidad en la que se mueven.

Sin anestesia, ni paños calientes. Está mal escrita, peor contada y pésimamente estructurada. Carece de coherencia narrativa y de ritmo interno. Para no hablar del armazón de un relato cuya lógica es inexistente y resulta deslavazado, disperso, sin garra, ni interés, ni clima o climax alguno. Intenta crear una atmósfera opresiva de fondo y forma y falla estrepitosamente. Sus personajes son de cartón piedra, desprovistos-as de vida y entidad propias. Así que el reparto está penosamente desaprovechado.

Un reparto más que atractivo, pero en el que ni Ethan Hawke, Emma Watson o David Thewlis pueden hacer gran cosa para evitar el desastre y sí, por el contrario, mostrar su más ínfimo registro interpretativo. Se mueven ante nuestros ojos cual los monstruos de sus pesadillas, como zombies, sin que las razones de sus actos, o de sus propias interrelaciones, nos sean mostradas con un mínimo de credibilidad. Y ese final… Tan tópico y previsible.

Alejandro Amenábar, cosecha del 72. Seis años de silencio para este resultado. Para este chirriante paso en falso, en el que también permanecen inéditas sus propias señas de identidad tras la cámara. Las mejores pero, si me apuran, también las peores. El hombre que sabía manejar los tempos del thriller y su puesta en escena. El hombre que nos hizo creer en los fantasmas, haciéndolos respirar tan vívidamente, con más peso específico que ‘los otros’… Ese hombre no es el mismo que firma esta cinta, a la que no le cabe alegar una vocación de maldita, incomprendida o de futuro culto. Ese hombre permanece ausente y tristemente desaparecido.

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