Si bien no se trató de una estética rupturista, pues su intención primera era recuperar la emoción y la belleza a través de la devota invocación de las palabras, sí supuso un salto respecto a la “modernización” de los posteriores movimientos de la lírica brasileira. -Cabe recordar, p.ej, el de la poesía concreta, surgido en 1955-.
Enmarcado en los iniciales postulados de la citada Generación, surge la figura de Lêdo Ivo (Alagoas, Brasil, 1924), que junto a autores como Bueno de Rivera, Paulo Mendes Campos, Joâo Cabral de Melo, Geir Campos…, apostaron por la pureza del lenguaje y la flexibilización de la realidad.
La reciente aparición de “La aldea de la sal” (Calambur. Madrid, mayo 2009), reúne una amplia selección de la obra poética de Lêdo Ivo y da cuenta de su amplísima labor que comenzara allá por el año 1944 con “Las imaginaciones”. Desde entonces, más de veinte volúmenes jalonan su rigurosa trayectoria poética. Guadalupe Grande y Juan Carlos Mestre han seleccionado y traducido con acierto esta reveladora antología, donde se recogen muestras de más de quince de los libros editados por el vate brasileño. “Lêdo Ivo es un puente de palabra por el que cruzan los seres que ninguna vez fueron nombrados”, afirman ambos compiladores en su prefacio.
Con un tono celebratorio, de desmesurada autenticidad, el cántico de Lêdo Ivo avanza al hilo de una argumentación solidaria y corporal. Cargado de una profunda emotividad, su verso -que se torna versículo en muchas ocasiones- está dotado de un carácter discursivo y de una musicalidad que traspasa con sus acordes la templanza del lector; y lo sacude y lo humaniza: “Lo celebraré todo sin orden ni concierto, para que todo sea un único instante tembloroso (…) Solamente soy un poeta que no quiere alabar los momentos de la decrepitud sino el tiempo en que existían rosas esperando el fulgor de los ojos”.
Sabedor de que la poesía equilibra la tensión vital del diario acontecer, Lêdo Ivo se adentra con fe ciega en la mística creadora de cada poema, y provisto de una íntima narratividad, cristaliza su verbo en una suerte de universo plural y reflexivo: “Una puerta cerrada no es suficiente para que un hombre/ esconda su amor. También necesita una puerta abierta/ para poder partir y perderse entre la multitud cuando ese/ amor estalle”.
Si bien a partir de la publicación de “Finisterra” (1972), el quehacer de Lêdo Ivo pareciera girar en una dirección más simbolista, de mayor imaginería versal, de acento más crítico, su prodigiosa fuerza expresiva no decae y su inquietante condición indagadora se tornará sugestivo atrevimiento: “El tiempo es una mentira de las estrellas”.
En suma, una antología necesaria y oportuna, que nos acerca a un poeta de múltiples certezas y no menos paraísos: “Tenemos necesidad de ángeles para ser poetas”.
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