Pienso, luego estorbo

La electricidad no es un lujo

El precio de la luz sigue copando las portadas de la prensa. El miércoles pasado, ante la subida desmesurada del precio de la energía, me encomendaba a Dios...

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El precio de la luz sigue copando las portadas de la prensa. El miércoles pasado,  ante la subida desmesurada del precio de la energía, me encomendaba a Dios en este artículo para que nos iluminara, mientras que Rajoy, más pragmático que yo, ponía todas sus esperanzas en la lluvia y en el viento, que algún día deberían de llegar, para así aumentar la producción de las centrales hidroeléctricas y los parques eólicos que generan electricidad más barata que el gas y el carbón de Zapatero, y en la esperanza de que como el “‘pool energético” funciona de forma marginalista, es decir, que las tecnologías entran por orden de coste y la última de ellas en participar, la más cara, marca el precio para el conjunto. Pero ni Rajoy, ni el ministro de la energía, el de mayor lucidez, se atreven a nombrar en ningún momento ni una de las soluciones del problema, como es la energía nuclear, la más barata y segura, tabú en nuestro país, gracias a la supina ignorancia de muchos progres que la han demonizado intencionadamente, pero que no ponen ningún reparo en que se la compremos a los franceses, donde funcionan 19 centrales nucleares con un total de 58 reactores nucleares. Desde que los franceses apostaron decididamente por la energía nuclear en el año 1974, gozan de un importante nivel de independencia energética y casi al más bajo costo de la energía eléctrica en Europa. También cuentan con un nivel de emisiones de CO2 por la generación de energía eléctrica, muy bajo, ya que más del 90% de su electricidad es de origen nuclear o hidroeléctrico. En Francia no hay demasiados partidos que se planteen un cambio en el modelo energético nuclear. Hay que tener en cuenta que el 86% de la energía que genera Francia es producida por centrales nucleares, y de ahí el bajo coste.


La electricidad no es un lujo. Por eso el gobierno debe de contribuir de manera efectiva a moderar el coste de la energía, permitiendo más competencia y gravándola con menos impuestos. La energía debería de considerarse como un bien de primera necesidad al igual que ocurre con los alimentos o las medicinas, y aplicarle un IVA superreducido del 4%. Esa bajada aliviaría la carga que soportan tanto los particulares como las compañías, lo que aumentaría considerablemente el bienestar de los ciudadanos y apuntalaría nuestra competitividad empresarial. Hay demasiadas familias que no pueden pagar la luz, y el componente fiscal y otros costes pertenecientes a la excesiva regulación, inciden en más de un 50% en el importe final de la factura. Desgraciadamente, este tema tiene, en mi opinión, un diagnóstico claro, pero una solución práctica muy complicada. Al final, como siempre, los ciudadanos somos los grandes perjudicados. El estado debe intervenir para conseguir que haya más ofertas y aumente la competencia. Más competencia y menos impuestos. O que llueva mucho con airazo.

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