Pienso, luego estorbo

Guerra, palabra prohibida en España

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Tras los últimos atentados terroristas de París, el gobierno socialista de Hollande y la derecha de Sarkozy han respondido con patriotismo, sin fisuras, y han declarado, sin complejos, la guerra. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. El terrorismo pues es un nuevo concepto de guerra que mata a civiles sin distinción de sexo, edad, nacionalidad ni religión, y pone en cuestión la seguridad y la confianza en la estructura de las sociedades que se han asentado sobre los valores de la libertad, la igualdad, la seguridad, la ley y los derechos humanos. El horror que se ha vivido en Paris exige una estrategia concertada, fundamentalmente, de las cinco grandes potencias del mundo (Rusia, China, EEUU, Francia y Gran Bretaña, que controlan el Consejo de Seguridad de la ONU), de la OTAN y del mundo árabe. Francia y Rusia ya han bombardeado centros ocupados por el mal llamado Estado Islámico. Es bueno recordar que los Ejércitos están para lo que están: para defender el territorio y salvaguardar la paz de sus habitantes. Las sociedades que no saben o no quieren defenderse acaban desapareciendo.


La libertad y la democracia son valores que ha costado trabajo conseguir y que, igualmente, cuesta trabajo defender. Muchas guerras se han necesitado. Un mundo en paz y en libertad no puede estar sustentado en declaraciones bien intencionadas, minutos de silencio, perfiles de Facebook, y en regar de flores, velas y poesías el suelo de las calles de aquellos sitios que sufren el terror.
Aquí en España, todo es diferente: la campaña electoral impide a los partidos políticos y, especialmente a Rajoy, a decir nada que suene a guerra, a pesar de que España es un objetivo prioritario. El recuerdo del atentado de Atocha en 2004, a las vísperas de otras elecciones críticas, y las movilizaciones de la guerra de Irak, están en la mente de todos, pero claro, “guerra” es una palabra prohibida para los políticos españoles. No soy belicista, en absoluto. Pero se trata de la supervivencia de Europa, de nuestra propia existencia, de nuestros logros, de nuestro bienestar, de nuestros valores como cultura avanzada y envidiada. No se trata de estar a favor de la guerra, se trata de ganarse la paz y no pretender cobardemente que nos la ganen. Dentro de nuestras responsabilidades, debemos estar al lado de nuestros aliados europeos, y no que sean otros los que resuelvan el problema. Por tanto, paz sí, por supuesto, pero no a cualquier  precio.
¿Qué sacamos de París? ¿Estamos en guerra o es algo diferente?, ¿Guerra al terror? Al tiempo.

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