Pienso, luego estorbo

Donde se ponga una lista cerrada...

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En menos de un mes hay elecciones, y las listas de los partidos políticos, ya están presentadas, y todas cerradas. Todos los políticos en la historia democrática de este país, han prometido cambiar o reformar nuestro sistema electoral. Pero una vez han alcanzado el poder, el afortunado se convence enseguida de que lo mejor es no cambiar nada. También ha pasado con la Justicia, todos la quieren despolitizar en campaña, y todos la politizan cuando están en el poder. La AP de Fraga, núcleo del actual PP, se quejó con razón en varias elecciones de haber sido muy perjudicada por la ley que las regula. Pero, cuando sustituyó a la UCD y la norma empezó a favorecerle, nadie en el PP se acordó de lo mala que era aquella ley. Al PSOE siempre le gustó porque se estuvo beneficiando de ella desde el principio. Si llega el día en que deje de ser mayoritario, que será muy pronto, ya verán cómo empiezan los lloriqueos. 


Cuando Podemos no estaba en las Instituciones y no pisaba la alfombra roja del Parlamento Europeo y Andaluz, uno de los gritos de indignación era el de "no nos representan", una queja contra la dictadura de las listas cerradas y la tendencia del sistema electoral a beneficiar a los grandes partidos y perjudicar a los pequeños.


Pues bien, no ha hecho falta que se conviertan en mayoritarios. No han necesitado siquiera entrar en el Congreso de los Diputados, sino que ha bastado un discreto éxito en las europeas para que Pablo Iglesias haya querido asegurarse de que le acompañarán sus amigos y no quienes elijan los militantes. Y, para lograrlo, se ha dado cuenta que el PP y el PSOE tienen una herramienta magnífica para que el jefe tenga el control sobre los subalternos y se deban a él y no al electorado o a las bases, la lista cerrada. Y así lo ha hecho. Su lista cerrada, y así quienes salgan elegidos tendrán claro que, a partir de ahora, su puesto se lo deben al jefe, que para eso los ha designado con el dedo divino, y no a los militantes, y que el secreto para seguir estando allí será, no hacer lo que los militantes quieran, sino lo que el jefe exija.


Y además de la lista cerrada, y para evitar cualquier género de duda están los que prefieren designarse a sí mismo candidato, en lugar de escuchar el clamor de su partido –que por el momento sólo se expresan en conversaciones privadas: a ver si de una vez se dignan a ser valientes–, en lugar de analizar las múltiples encuestas que le pronostican la hecatombe, y en lugar de asumir que su gestión ha sido muy deficiente en prácticamente todos los campos.

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