La novena provincia

La fragilidad humana

Hace 40 años Nueva York se quedó sin electricidad por el fallo de una pieza que costaba menos de un dólar. Ahora el mundo ha vuelto a tener la misma sensación.

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LA FRAGILIDAD HUMANA
Hace 40 años, Nueva York se quedó  electricidad por el fallo de una pieza que valía menos de un dólar que provocó una reacción en cadena que tumbó la red. Los servicios públicos estuvieron colapsados durante muchas horas y el pánico se extendió por toda la ciudad.
Aquel acontecimiento provocó toda una abundante literatura sobre la fragilidad del hombre contemporáneo. Ayer el mundo volvió a tener la misma sensación tras el ataque provocado por un virus llamado WannaCry, que paralizó grandes empresas como Telefónica y afectó, por ejemplo, a los hospitales británicos.
Todavía falta información para saber el origen y las intenciones de esta intrusión en sistemas muy protegidos como los de las compañías aéreas, los bancos o las operadoras de telefonía, que cuentan con técnicos muy cualificados para evitar estas amenazas e invierten grandes sumas en su seguridad.
Esto nos lleva a la vieja polémica sobre lo vulnerable de las sociedades desarrolladas en las que vivimos, en las que la tecnología y la ciencia proporcionan a individuos con pocos escrúpulos la posibilidad de hacer un enorme daño.
Lo hemos visto en las últimas acciones terroristas en París, Berlín, Londres y otras capitales, pero eso no es nada en comparación con lo que podría hacer algún malvado mediante la difusión en el agua o la atmósfera de ciertas sustancias químicas o la utilización de virus infecciosos para provocar epidemias entre la población. Las opciones para causar daño son infinitas. Y lo vemos casi a diario en las series de televisión.
Lo que diferencia nuestra época de lo que sucedía en el mundo hace medio siglo es que entonces la posibilidad de desencadenar el mal estaba en manos de unos pocos. No había ningún medio de conseguir explosivos de gran potencia o armas de destrucción masiva, que sólo se hallaban al alcance de los Gobiernos.
Hoy las amenazas a nuestra supervivencia son mucho más incontrolables porque una pequeña organización o un individuo(lo que se conoce como un lobo solitario) podrían provocar catástrofes de enormes dimensiones, que además no podemos prever.
Paradójicamente y pese a que las expectativas de vida se han alargado por la alimentación y el progreso de la medicina, somos ahora más vulnerables que nunca. Y eso lo están explotando los populismos, que medran en el clima de miedo e inseguridad que nos atenaza.
En cierta forma, la tecnología ha convertido en dioses a los seres humanos, que han accedido a avances que hace pocos siglos eran impensables. Hemos llegado incluso a creer que en el futuro podríamos ser casi inmortales gracias a las expectativas de los hallazgos en materia de biogenética.
Pero vemos  que estamos a merced de muchos factores que no controlamos y que nos hacen muy frágiles. Estamos descubriendo que no somos muy distintos al hombre de hace 30.000 años, acurrucado con sus terrores en la oscuridad de las cavernas.
Algeciras a 15 de mayo de 2017
Patricio González

 

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