Patio de monipodio

Camino a la libertad

Demos Kracia (Gobierno del Pueblo), es antagónico de la simple y llana representatividad política, donde la ciudadanía sólo tiene el recurso de cambiar su voto

La “habitual indolencia” atribuida a Andalucía quedaba en evidencia, cuando, a principios de los 70, se constituyó la Mesa Democrática de Andalucía, vanguardia de la lucha por la democracia. Sabia palabra tan utilizada como ignorada por tantos. Demos Kracia (Gobierno del Pueblo), es antagónico de la simple y llana representatividad política, donde la ciudadanía sólo tiene el recurso de cambiar su voto al cabo de cuatro años, frente a los recursos casi ilimitados de esos representantes. A punto de romper la existencia de un organismo de oposición, por la oposición tenaz del PSOE: incapaz de concebir que las autonomías pudieran ser cuatro, concepto, mantenido después del 15 de junio de 1977, motivó el sonoro grito de los andaluces, cuando más de cuatro millones de personas la reclamaron en las calles, en unas manifestaciones nunca vistas, ni imaginadas, que hicieron exclamar a Rafael Escuredo: “Habrá que tomarse esto en serio”.

Sin 4-D no hubiera habido 28-F. Pero el partido se tomó en serio defenestrar a Rafael Escuredo, por intentar “tomarse aquello en serio”. Sumarse a una manifestación, incluso acceder a convocarla, no presupone acuerdo con sus objetivos. Si el 4-D marcó el camino a su celebración, el 28 de diciembre de 1979 se puso el mayor obstáculo con el solo voto cautivo de los diputados de UCD y PSOE y la oposición de todos los demás. Incluso Alianza Popular tuvo el detalle de abstenerse. La Ley de Referéndum imposibilitaba la victoria. Con esa seguridad, el partido se sumó a la campaña favorable, mientras UCD aceptó el papel de “malo” y recomendó el voto negativo, lo que fortaleció y prestigió a quienes, desde 1974, venían negando obstinadamente el derecho de Andalucía a su Autonomía. Aquella Ley, como hicieron notar notables dirigentes del partido, imposibilitaba que Andalucía pudiera alcanzarla.

Las lágrimas en el Casino de la Exposición durante el recuento eran de rabia, de impotencia. Se sabía que lo habían puesto tan difícil para hacerlo imposible. Los representantes del partido mayoritario en Andalucía pedían “ganar en seis provincias para tener más fuerza con que enfrentarse al Gobierno”. Se dijo en grupos y a la mayoría le pasó por alto el detalle. Pero la campaña se hizo con espíritu de victoria; a nadie le importaron las dificultades, nadie se arredró, al contrario. Las banderas andaluzas cubrían el azul de su cielo; las actividades llenaban toda Andalucía, la gente se animaba a sí misma, a sus vecinos, a sus compañeros: “Yo voy a votar sí, para que haya más justicia social aquí, en Andalucía”. Y la ilusión, más que ilusión la conciencia de un derecho propio, hizo el milagro. Jamás ha habido un referéndum en el mundo, con una participación tan alta y un porcentaje afirmativo sobre votantes superior al 93%. El entusiasmo pudo más que las tretas de dos partidos . Pero aún les quedaban aliados: el Censo, no actualizado desde años antes. Jamás se ha exigido en ningún referéndum en ningún lugar del mundo, un número de votos afirmativos superior al 50% de censo -no de votantes- y en cada una de las circunscripciones, por separado.

Ahora puede explicarse por qué trasladaron el Día Nacional del Andalucía. 

 

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