Patio de monipodio

Solidaridad

A final de agosto todos fuimos Barcelona. Ahora se vuelve a criminalizar a los catalanes por reclamar su derecho a decidir...

A final de agosto todos fuimos Barcelona. Ahora se vuelve a criminalizar a los catalanes por reclamar su derecho a decidir. Algunos defendimos la democracia en todo el mundo, desde antes que la cerrazón, enemiga de lo racional lo niegue. El lamento por las víctimas de actos criminales, es solidaridad. Con los detenidos, también. En las Ramblas actuaron simples canallas, criminales, incapaces de valorar la vida humana. Desalmados, fríamente armados sólo con sus armas asesinas, con indiferencia, sin más fundamento que su fundamentalismo irracional, sólo un brutal instinto destructivo, porque absolutamente nada podría justificar el atroz desprecio a la vida. Doble bajeza: se creen dueños de la de los demás, en nombre de una religión que ni practican, ni conocen.

La reacción del Gobierno en septiembre, es igual de irracional. Despectiva y totalitaria. Ninguna Constitución puede prohibir un referéndum -y la española tampoco- porque sólo es democracia el derecho a decidir sobre el propio futuro. Un cargo no es sólo despacho, sueldo y relaciones en beneficio de su situación personal; y todo Gobierno contrae un compromiso.  mejorar las condiciones de vida de todos los habitantes del reino por cuyo control se ha peleado. Catalanes, valencianos, gallegos, extremeños… y andaluces, los cada vez peor tratados por su política. Solidaridad son las flores rusas ante la Embajada española, es abandonar vacaciones y huelgas para acudir a echar una mano. Es llenar los depósitos de los hospitales de sangre, para que no le falte a nadie, sea quien sea, venga de donde venga. es que tantas concentraciones muestren su simpatía con quienes sufren y su rechazo a los monstruos desalmados, miserables, canallas, asesinos sin hiel y sin cerebro, capaces de semejantes barbaridades, premeditadas y alevosas. Solidaridad es atender a las víctimas, sin miedo al peligro, abrir puertas para que cientos de personas no pasen la noche en la calle, sin preguntarles de dónde vienen; es no temer al ISIS ni a los intereses inconfesables de sus patrocinadores. Solidaridad ejemplar es que tanta gente haya hecho cola para ser cacheados, aunque sea un inestimable servicio del terrorismo al antidemocrático afán controlador del Gobierno.

Solidaridad es también, reconocer el derecho a decidir que asiste a toda comunidad humana. Se ha olvidado aquel tiempo no tan lejano, que nos habían prometido obsoleto, en que hacer un cartel se suponía delictivo. O hablar en público. Si hoy, en pleno siglo XXI y en la Unión Europea, por querer decidir, por hacer publicidad y por hablar de sobre qué se quiere decidir, puede mandarnos a la cárcel, estamos todos en libertad provisional. Las cosas no pueden ser legales o ilegales porque quiera el Gobierno, a quien también obliga la Constitución, aunque parecen creerse por encima de Ella. El resultado es que están haciendo más independentismo y que, si realmente consiguen impedir el ansia de decidir, el apaño siguiente consistirá en quererles callar con dinero. Cantidades que disminuirán los ingresos del resto, quizá para activar, también, la fobia contra Cataluña. Inteligentes, no; pero maquiavélicos, hasta el tuétano.

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