Patio de monipodio

Robar comida

No es “robar pegados”; robar comida no es robar. Ni empujar al prójimo próximo para tomarla (salvo que sean miembros del SAT)...

No es “robar pegados”; robar comida no es robar. Ni empujar al prójimo próximo para tomarla (salvo que sean miembros del SAT). En el caso que nos ocupa, al menos, no es robar. Por eso preocupa. Sí es una lección para los tribunales del lugar de cuyo nombre es mejor no acordarse, donde un empujón vale unos años de cárcel, sin remisión ni revisión, si lo propina un miembro del rebelde Sindicato. El lugar donde una deuda de diez euros supone un calvario vía asnef, y otras molestias, en especial si es con Hacienda, mientras llevarse cantidades ingentes, prescribe durante largo y nada cálido proceso. Distintas formas de entender la Justicia, en las que al final siempre pierden los mismos.

Lástima que su Ley no nos afecta. Para eso no hay “globalización”. Ni nos afecta su Tribunal Supremo. El de Italia, quien ha fallado así: “no es delito, si se toma para cubrir la necesidad vital de comer”. Es decir: si el gobierno, las leyes, el amordazado Parlamento no proveen las necesidades de sus ¿gobernados?, el desamparado tiene derecho a tomarlo por su cuenta. Y, continuando en lógica, tampoco es delito entrar a vivir en una de las muchas viviendas desocupadas por el saco roto de la avaricia; por la ambición del negocio fácil, de vivir sin dar golpe, o resolver el particular problema a costa de algún desgraciado. Porque el responsable final siempre es esta Administración, muy viva para reclamar una deuda a un bebé, y muy poco dispuesta a resolver los problemas creados por una malvada y consentida acumulación de dinero en muy pocos bolsillos. Por eso con más motivo, la decisión del Alto Tribunal italiano debería servir de ejemplo a tan predispuestos elementos a favor de la rapiña propia y la de las eléctricas, telefónicas, constructoras y esos llamados “mercados”, donde es imposible encontrar siquiera una verdura ó un trozo de carne. Ni medios para obtenerlo, que es peor. Que se come con el dinero, pero el dinero no se come.

Resultado de la desafortunada similitud mediterránea y latina, el tomador de alimento -que no ladrón- por el intento de hurto, no consumado, de un poco de queso y cuatro salchichas, fue condenado en primera instancia a seis meses de prisión, pero después de un largo contencioso, el Supremo otorgó esta ejemplar sentencia. Porque esto es ejemplaridad, es decir, dar ejemplo, en vez de castigar a un jornalero para amedrentar al resto. Pese a la similitud mediterráneo-latina del comienzo, al final se impuso la superioridad italiana, sin duda, pese a sus carencias, de superior capacidad democrática y más justa Justicia, frente a su vecina España. A pesar, también, del costo judicial de todo proceso, más si es tan prolongado, que jamás podrá justificarse para un intento de hurto de dos o tres euros. Lamentable falta de moral del denunciante y del propio sistema que lo permite; vuelta a la sórdida codicia de tener el beneficio como única consideración, por encima de toda ética.

Naturalmente, si no hubiera necesidad, si no hubiera miseria, estos casos no se darían. Lo que quedó cristalino es que la miseria lleva a casos extremos, mucho más que el comentado, y el Gobierno, previa dejación de su deber, no encuentra mejor medida que la represión.

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