Patio de monipodio

Nada que celebrar

Ningún país ha festejado jamás sus derrotas...

Ningún país ha festejado jamás sus derrotas. Jamás Francia celebró la batalla de Sedán, ni el 28 de enero, fecha de la toma de París por las tropas prusianas. Alemania nunca celebró su derrota, sellada el 28 de junio en Versalles. Lejos de eso se rearmó en busca de una revancha, aunque sólo le sirviera para comprobar que las guerras no resuelven los conflictos creados por otras guerras. Pero tampoco, ni uno ni otro, celebraron sus respectivas victorias, pues sólo habrían servido para ratificar una humillación al otro, que habría mantenido eternamente sus diferencias.

Aquí es distinto -dirán los partidarios de la humillación al prójimo- porque los estados conquistados por Castilla, junto a la propia conquistadora, formaron un nuevo Estado. Pues tampoco Baviera, aún considerándose alemana, celebra la fecha de su anexión al Imperio, ni Nápoles o Sicilia la de su conquista por el reino de Piamonte-Cerdeña, para la creación del actual Estado de Italia. Ni siquiera porque, en el caso italiano, el centro de decisión política no se mantuvo en el reino conquistador, sino en Roma, uno de los conquistados. Y quizá no se celebran porque, aunque se hablara de “unificación”, no dejó de ser una conquista, una derrota de los conquistados, como las de Sedán o Versalles, dado que la actual Italia, como la actual España, jamás habían existido antes.

La toma de Granada, como la “triunfal” entrada en Sevilla, o las conquistas de Jerez, de Málaga o de cualquier otra ciudad, sólo son eso: conquistas. Aunque políticamente pasaran a formar parte del reino conquistador, con los mismos derechos legales, la práctica real y la Real no se ajustaron a lo “legal”; la práctica posterior, que aún perdura, desmiente clarísimamente cualquier atisbo de igualdad. Andalucía, como Nápoles, pasaron desde aquellos momentos, de ser la nación más próspera y culta de la península respectiva, a ser la última en los indicadores socio-económicos. Las campañas de abandono del campo por la nobleza conquistadora, la enquistada desindustrialización promovida por los sucesivos gobiernos, monárquicos o republicanos, ratificada y aumentada por la mal llamada “Unión” europea, vienen contribuyendo a mantener, cuando no a aumentar, la diferencia económica, funcional y la dependencia económica y política, de la tierra más rica, cuya riqueza, desde el siglo XIII a la actualidad, sólo sirve a intereses externos.

La caída en el colonialismo no es motivo de celebración en ningún lugar del mundo. Sólo puede ser festejada por los conquistadores y su integrista descendencia, en un acto de cruel humillación a los conquistados. Tal vez necesaria precisamente para mantener vigente la conquista y renovar, cada año, las condiciones de despersonalización y dependencia a las que se mantiene sometida a la población autóctona. De ahí que el 2 de enero, fecha simbólica que engloba las demás, cuente con fuerte presencia de forasteros, necesitados de refrendar “su” victoria y de humillar permanentemente a los andaluces, recordándosela. Que, pese a todo, se plantee como una supuesta “liberación” o “recuperación” (re-conquista), aumenta, empeora la burla a los andaluces.

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