Patio de monipodio

Posición dialogante

Poca distancia media entre el: “Mejor mostrar diferencias en las urnas que no en la calle”, con el: “En vez de convocar manifestaciones...

Poca distancia media entre el: “Mejor mostrar diferencias en las urnas que no en la calle”, con el: “En vez de convocar manifestaciones, deberían adoptar una posición dialogante, conciliadora”. Ninguna diferencia entre la anaranjada conversadora televisiva y la azulada gaviota, incapaz de abrir el mínimo diálogo durante cinco años, y sólo “acordarse de Santa Bárbara” (o ni eso, en especialistas en dirigirse “a la galería”) cuando miles de personas rechazan su política en la calle. Durante cinco años han ignorado el diálogo y la conciliación, mediante la aplicación sistemática de su rodillo. No se acordaron de dialogar cuando permitían que los bancos se enriquecieran con el rescate, salido del bolsillo de todos, y ni siquiera les reclamaron la recuperación del crédito, para animar la economía; cuándo han acabado con cultivos, ganadería e industria en Andalucía, para evitar competencia a los poderosos; cuando han dejado Andalucía sin tren en unos casos y sólo se mantiene una infraestructura claramente inferior, pero se paga a las constructoras de autopistas en Madrid, con dinero de todos, Cristina; cuando reformaron la Constitución a su antojo, sin consultar al pueblo que la había aprobado, porque les urgía asegurar la riqueza de los bancos alemanes, a costa de las costillas y de la comida de trabajadores, autónomos y pequeños empresarios.

No se acordaron del diálogo cuando disminuían el poder adquisitivo de la mayoría; cuando condenaban a la precariedad en el trabajo y en la vivienda, constituida en un lujo, sólo accesible a un “club selecto” protegido desde el Gobierno,. Cuando la gente protestó por su comportamiento usurero, dañino y dictatorial, no pensaron en el diálogo, sino en la represión, con leyes rechazadas por el mínimo decoro democrático, tanto dentro como fuera; entonces no les importó lo más mínimo la opinión de los demás. Y sigue sin importarles, cuando, pese a haber sido rechazados por el setenta por ciento de los votantes, siguen empeñados en mantener leyes dictatoriales y anti constitucionales, motivo de burla y escándalo en lugares con cierta tradición democrática. No se acuerdan del diálogo cuando se les pide que pongan fin a la destrucción sistemática de Doñana, que están convirtiendo en explosiva y gigantesca bombona de gas y a la que privan de agua superficial, porquesí, porquequieren, para beneficio de sus amigos y deudos.

En cinco años no les ha preocupado el diálogo y la conciliación, al contrario, lo han despreciado aprovechando el rodillo, y consecuentemente se han ganado la desconfianza. Y ahora, cuando han conseguido que nadie pueda confiar en ellos, piden “posición dialogante y conciliadora” a quienes protestan por su política totalitaria y deshumanizada; a su continuo mentir, al llamar “recuperación de la economía”, a la mejoría del beneficio bancario, a costa, no de invertir, sino de elevar comisiones y eliminar interés al depositante. Tendrían que legislar de nuevo, devolver las cosas a su sitio y comprometerse a no trabajar para la empresa privada, durante su mandado y, al menos, durante los diez años siguientes al cese. Pero eso es mucho pedir ¿verdad, Fátima?

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