Patio de monipodio

¿Para qué?

La ambición por acumular efectivo ha sustituido al deseo de renovar, mejorar, crear y aportar riqueza...

Nada es porque sí. Ni para nada. Ni por casualidad. Ni para lucirse; eso todavía menos. El tiempo de las manifestaciones ha pasado. Ha pasado el tiempo de obtener atención con ellas. En especial, para algunas cosas, como reclamar derechos, cuando el derecho existe pero tiene escasa representatividad en el imaginario colectivo. Cuando una mayoría no es consciente de sus derechos, se requiere información previa. Y salir a la calle, por sí sólo, no despierta la conciencia. No hemos avanzado. Ninguna generación viva en estos momentos conoce la democracia, se limita a creer que esa palabra define el hecho de meter un sobre en una urna, acción que los políticos actuales se han forzado en magnificar, para ocultar su verdadero sentido. “Demos-Kracia” es el gobierno del pueblo; pues poco gobierna quien se limita a depositar el voto sin participar luego mínimamente en las decisiones que le afectan.

Hace falta algo más que una manifestación para convencer al Gobierno -al andaluz y al español- de que queremos autonomía. Autonomía para defender nuestros derechos, no este remedo hecho para colocar amigotes y compromisos partidistas y frenar aquel anhelo autonómico de 1977, que puso en vilo las expectativas electoralistas de quienes ya tenían rendida Andalucía al capital oligopólico alemán, desde 1974. Cuando los salarios y el ingreso de autónomos y pequeñas empresas bajan, mientras crecen los beneficios de bancos y grandes empresas desproporcionadamente, cuando las diferencias se agrandan de esta manera, cuando los bancos dejan de buscar beneficio en la inversión, porque lo han “encontrado” en castigar los depósitos y depositar las ayudas en el Banco de España o el BCE, cuando las grandes corporaciones obtienen más beneficio vendiendo menos, porque la gente no tiene medios para comprarles, el sistema financiero se ha descolocado. Se fagocita a sí mismo. La ambición por acumular efectivo ha sustituido al deseo de renovar, mejorar, crear y aportar riqueza. Entonces se crea pobreza, porque el dinero de todos se trasvasa a sus bolsillos.

A esta situación sólo se llega tras un periodo de desinformación, engaño, manipulación. Porque una sociedad formada no lo permitiría. Una sociedad andaluza formada, jamás habría permitido que un partido monopolice y deforme groseramente la Autonomía, hasta reducirla a un instrumento en beneficio exclusivo del propio partido y en pago de sus compromisos anteriores. Por eso, todas las manifestaciones están muy bien. Especialmente cuando, de nueve millones de personas se manifiesten siete. Primero en la calle y luego en las urnas. Consecuentemente. Ser consecuentes exige ser conscientes: estar formados e informados. Mientras los políticos profesionales no entiendan que los votos más fieles llegarán de la consciencia, tendrán que repartirse los descontentos, la manipulación, la utilización de la inconsciencia y, por tanto, el fomento de la ignorancia. Las mejores armas para actuar sin control popular, por lo tanto a su propio albedrío y en su sólo beneficio.

Andalucía no debe consentirlo. No puede permitírselo. Su futuro será de su madurez cultural, o será muy oscuro. Como hasta ahora.

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