Patio de monipodio

Un grato recuerdo

Los nacionalismos nacen dónde hay recursos” frase oportunista, inconcreta e incompleta, define a quien la pronuncia como arma arrojadiza...

Los nacionalismos nacen dónde hay recursos” frase oportunista, inconcreta e incompleta, define a quien la pronuncia como arma arrojadiza. ¿Qué recursos? ¿Naturales? ¿Económicos? ¿Militares? Cada palabra puntualiza un tipo muy distinto de nacionalismo. Pues queda esta: “quien tiene recursos naturales esquilmados por fuerzas ajenas”. Antes de las autovías-recompensa de la UE por el desmantelamiento de nuestras industria, agricultura y ganadería, las carreteras tenían dos raíles, dos hondonadas marcadas en uno de sus carriles: el de salida, hechas por los camiones que salían cargados. El otro, el de entrada, estaba liso: los camiones llegaban vacíos.

Ese fue el principal detonante de la mayor manifestación popular jamás vista. Pese al engaño de los números, no fueron dos millones los andaluces que reclamaban autonomía para resolver nuestros problemas como repetían los encuestados. El resultado de multiplicar el espacio físico ocupado por los manifestantes por un número discreto por m2, da el doble en muchos casos y se acerca enormemente en otros muchos. El 4 de diciembre de 1977 fue un clamor seguido por la casi totalidad del pueblo andaluz, en la forma en que el pueblo andaluz sabe hacerlo: con la alegría propia de su espíritu, rota por una bala asesina junto al puente de la Aurora, en Málaga, que superó los gritos desaforados del españolismo más rancio en toda Andalucía, en vana pretensión por deslucirla.

Aquel deseo de no ser más que nadie, pero tampoco menos, suponía sin pretenderlo el mayor peligro a la forzada unidad de un Estado hecho desde la conquista y mantenido por la intransigencia. Un error grave, muy grave, para la propia unidad pregonada. Desde aquel mismo momento, recién pronunciado por Rafael Escuredo en el Balcón del Ayuntamiento sevillano “-habrá que tomárselo en serio”, los servidores de intereses externos a Andalucía y a España plantearon la necesidad de reducir ese espíritu, manifestado el 4-D. Y la primera trampa vino el 28 de diciembre de 1979, con la Ley de Referéndum, aprobada sólo por UCD y PSOE, para impedir el triunfo del 28 de febrero. Coherentes con su negativa a convocar la gran Manifestación, al ser el único en negarse a acudir a la llamada realizada por el grupo cultural “Averroes, Estudio Andalusí”; obligado por las circunstancias a participar en la convocatoria, para no denunciar su desprecio a la Autonomía andaluza, consiguieron simular su acuerdo y defensa, argumento imprescindible en aquel momento para recibir el voto de los andaluces. Un voto necesario para desmontar el sentimiento recuperado de los andaluces y servir a sus valedores alemanes.

Nadie va a reconocer a Averroes su protagonismo, convertido junto a sus componentes, en el principal enemigo a batir; después de haberles obligado a simular una no sentida “profesión de fe andaluza”. Porque nada de cuanto recuerde que allí estuvo la verdad, que aquello fue un grito de libertad de un pueblo oprimido, “podía” ser consentido. El grupo cultural fue confinado como el derecho a contar con un Gobierno defensor de los derechos andaluces. Es que recordar un grito de libertad por Andalucía, sólo es grato para los demás.

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