Patio de monipodio

Tolerancia VS racismo

Las guerras nacen de la intolerancia. Las guerras, como grandes hostilidades, y cualquier enfrentamiento...

Las guerras nacen de la intolerancia. Las guerras, como grandes hostilidades, y cualquier enfrentamiento. Se justifican -se intentan justificar- en todo tipo de razones inexistentes (defensa propia, derecho al territorio, reconquista, amenaza latente, diferencias religiosas…) pero un somero análisis histórico prueba la falsedad de todas ellas y la única realidad tangible: poseer bienes ajenos en el caso de grandes enfrentamientos bélicos, negar sus derechos a los demás, en estos y en los menores, o domésticos. En definitiva, intolerancia, de la que forma parte el racismo, la fobia a personas de distinto aspecto físico, distinta forma de pensar ó distinta forma de culto. Fobia en la que se “justificaron” las cruzadas y todos los enfrentamientos de corte aparentemente religiosos, pero únicamente sustentados en la intransigencia. A esta calificación no escapan posiciones auto justificadas en un pretendido “derecho a opinar”. Porque cuando la opinión se convierte en acción, deja de ser opinión.

No sólo eso. Independientemente de que se pueda estar de acuerdo, o no, con la dinámica de la “revolución cultural” china, y con Mao Tsé Tung, el activista que la promovió, no hay duda que Mao era un ser inteligente. No hubiera podido llevarla a cabo sin ese carácter. Y todas las personas inteligentes tienen aciertos, que no pueden ser rebatidos ni  minimizados por sus posibles errores. Es interesante tenerlo en cuenta, al recordar su frase: “Quien no se informe que no hable”. No es una invitación a callar, pero sí a informarse, como necesidad ineludible para que la opinión tenga base y pueda ser una opinión acertada. Informarse es deber de todo ser humano que quiera ajustar sus criterios y sus acciones a la Justicia.

Porque la afirmación de Mao nos lleva a otro personaje histórico: Winston Churchill es indiscutible cuando afirmó: “Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”. Podía haber dicho “obligados” o cualquier otra palabra menos comprometedora. Pero lo dejó bien claro. Repetir la historia es una condena. Bueno sería retener la idea para no obligarnos a repetir los malos momentos; para aprender de ellos y de los buenos, que la historia encierra muchas lecciones. No tiene sentido condenarnos a repetir errores anteriores. No hay mayor error que la guerra, y -debe recordarse- todas las guerras nacen de la intolerancia.

Por eso Andalucía no ha provocado, no ha comenzado ninguna. Lo certifican historiadores de todas las ideologías y lo refrendan los más prestigiosos del mundo, como el belga Jacques Pirenne, Paul Preston, Raymond Carr ó William Prescot, entre otros. Ha sido atacada por esa lacra, se ha visto aprisionada como un “emparedado”, con el fin de quitarnos, nuestra cultura, nuestro arte, nuestra idiosincrasia… y nuestras riquezas.

La tolerancia, la elevación cultural y social, son elementos característicos de la cultura andaluza. Podremos “volver a ser lo que fuimos” cuando recuperemos el diálogo frente a la cerrazón, el enfrentamiento y la xenofobia. Aprender a dialogar es una virtud digna de ser mantenida. Pero requiere lo que se ha dicho: informarse antes de opinar.

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