Patio de monipodio

Arte de lo posible

La política es el arte de lo posible”. Vaya fraseología hecha, para debajo ocultar la realidad...

La política es el arte de lo posible”. Vaya fraseología hecha, para debajo ocultar la realidad. Los políticos (no la política), especialistas en chalaneo para pretendido disimulo de su adaptabilidad mimética a lo ocasional, ante todo buscan salvar el rostro, o hacerse creer a sí mismos que lo salvan, unas veces con la cerrazón-reafirmación frente a cualquier reproche, otras sin ningún escrúpulo a la mayor y más grave incoherencia o contrasentido.

Cuando la Universidad Hispalense y el equipo de gobierno del Ayuntamiento del duopolio acordaron mutilar un parque para construir en él un edificio de servicios universitarios, al que nombraron y renombran como “biblioteca”, con la sola intención de reforzar una falsa imagen de “público”, de sobra conocían el riesgo de la iniciativa. Tanto, que el propio Consistorio se desligó de responsabilidad en el contrato, responsabilidad que irresponsablemente asumió la Universidad. El futurista edificio habría encajado muy bien en otros espacios urbanos, pero pudo más el capricho megalómano y se empeñaron en El Prado, en abierto desafío a la ciudad y al Derecho contraído por una cesión real y un jardín consolidado. Y perdieron. Toda la soberbia desatada por un Rector endiosado y las prisas impresas al proyecto con la insana intención de plantear un hecho consumado, fue incapaz de resistir la razón de una mayoría de sevillanos, refrendada por nueve sentencias coincidentes, caso posiblemente único en la historia del Derecho. Lección que debería ser asumida por las llamadas “fuerzas del orden”, a quienes, aún sin “ley mordaza”, pero incapaces de reconocerse imparciales, no les preocupó defender la sinrazón de la parte rechazada por nueve sentencias, con vejación incluida a quienes sí demostraron tener la razón.

Al final, el caso se torna rocambolesco. El rector, ascendido a consejero, debe enfrentarse a su propia acción. Y, como “arte de lo posible”, es capaz de asumirlo sin, por ello contemplarlo como consecuencia de esa misma acción. Aferrado al cargo, a ambos, al que sea, prefiere ignorar la condición de ser humano (o nos convencerá de que los políticos son “otra especie”) de quien tomó aquella decisión, controvertida, contradictoria y previsiblemente objeto de retrocesión por decisiones judiciales, y de quien se ve obligado a enfrentarse a ella. En ambos casos, él mismo.

Y el consejero, ahora, reclama a la Universidad más de 16 millones de euros concedidos bajo su mandato como rector, para construir el despropósito rechazado. Pero al exrector, ahora consejero, tan ocupado como debe estar, le falla la memoria en más cosas. Reclama a sus sucesores el dinero consumido en el desaguisado por él defendido. Pero “olvida” -¡una de rabillos de pasas!- que la Junta debe a las universidades más de trescientos ochenta millones de euros. Algo de esto le debe corresponder a la más grande de las diez universidades públicas andaluzas. No se ha publicado el reparto, pero, sin lugar a dudas, bastante más de los dieciséis millones reclamados. Desbarajuste gubernativo, desmadre político y armas para la oposición. ¿Tantas ganas tienen de perder el sillón?
¡Vaya arte!

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