Patio de monipodio

Cooperar

Encantados de volver a ser ciudades hermanas...

Encantados de volver a ser ciudades hermanas. Lo fuimos durante siglos, hasta que la ineptitud de un político y de quienes le siguieron, vacíos de ideas y de moral, al aprovechar una corriente creída favorable, enfrentó el mal estilo de algunos hasta aparentar el de toda una ciudad. No fue exactamente así: en Málaga seguía y sigue habiendo mucha gente inteligente, comedida, amiga de la verdad, incapaz de buscar daño a nadie, menos aún a una población con intereses comunes y a la que le une mucho más que les pudiera separar. La misma conclusión radiada años antes en Huelva en tertulia vespertina: “Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”.

Y, como la verdad es lo primero que se debe a quien de verdad se ama, justo es recordar que el posible enfrentamiento jamás ha sido recíproco. Salvo una sola pintada en carretera y alguna voz destemplada en celebración futbolera, Sevilla nunca ha respondido al enfrentamiento con ninguna otra ciudad.

Seguramente por demasiado confiada en sí misma, seguramente por exceso de ombliguismo, o por no asimilar el motivo de la fobia, si alguna vez hubiera habido motivo. Por lo que sea, la fobia nunca ha sido recíproca. Lo que un escritor murciano avanzara en el diario El Sol, ya en los 80, “aprendamos de los sevillanos a preocuparnos por su ciudad”, parece recuperado en 2016. Ojalá. Málaga es tan grata a Sevilla, como que fue un premio nóbel sevillano, Vicente Aleixandre, quien la llamara “ciudad del Paraíso” en su poesía.

Al final, ni el mal estilo del “fisno” Aparicio, ni el pendón Salvador, ni la merdellona Celia, ni Paco, el removedor de aguas tranquilas, van a poder con tantos siglos de simpatía mutua. “Andalucía Tech”, el organismo para la excelencia de las dos universidades, es una realidad capaz de arrastrar otra más amplia: más que competencia insana, antes que censurar y zaherir, el pragmatismo aconseja cooperar.

Es mucho más práctico. Y beneficioso. Y lógico. El objetivo común de las ciudades es mejorar. Debe serlo. Y el acuerdo entre las dos más pobladas, hecho desde la equidad, la generosidad, el realismo, la colaboración, en definitiva, sólo puede suponer un impulso para Andalucía. Bienvenido, incluso, el batacazo del revolvedor de aguas tranquilas, cuando ha visto caer el castillo de naipes de su simulado progreso en acelerado proceso de agotamiento.

El enfrentamiento jamás fue recíproco. Si ahora, por fin, hay disposición a la cooperación, encantados. Y, si la hay ¿por qué no para toda Andalucía, no solamente dos capitales.¿Por qué no  toda Andalucía? El objetivo de obtener la excelencia debe ser común a las once universidades. Sin duda, cada una de ellas destaca en algo que puede aportar a la riqueza común. Lo mismo, el de mejorar las ciudades, y no sólo las capitales, debe ser prioritario. Y aprender de las demás, utilizar fuerzas generadas por otras, prestarse mutua colaboración, en vez de boicotear iniciativas, es la solución más práctica e inteligente. Y la más rentable para todos. Los casi noventa mil kilómetros cuadrados y las más de ochocientas localidades de Andalucía deben ser un acicate de acercamiento mutuo. Y pueden serlo si hay voluntad. Porque motivos, y medios, sobran.

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