Patio de monipodio

Más pisos

El fundador, Prudencio Pumar, quiso formar un grupo, consciente de que diversificar es la mejor forma de crecer y subsistir, más aún si, como proyectaba, un banco era parte del mismo...

El fundador, Prudencio Pumar, quiso formar un grupo, consciente de que diversificar es la mejor forma de crecer y subsistir, más aún si, como proyectaba, un banco era parte del mismo. Pero no lo dejaron. “Tanta” competencia a los grandes era un desafío, pese a la amistad que se le atribuía con el dictador. Sólo subsistió una empresa, el único sector en que la oligarquía estatal, europea e internacional permite trabajar -relativamente- a los andaluces. Y el grupo se quedó en promotora-inmobiliaria. ¿Será esa la razón por la que tantas constructoras andaluzas fuertes se encierran en ese sector, y huyen -desprecian- la diversificación para mantener este desierto industrial en que han dejado Andalucía? O eso, o hay muchos, muchísimos menos empresarios que promotores y constructores. Porque en este momento, con varios cientos de miles de viviendas vacías (cientos de miles), con la intención de derribarlas en 2016 manifestado por el SAREB, no tienen sentido alguno estas nuevas construcciones proyectadas con el Ayuntamiento de Dos Hermanas. Si el SAREB no cumple su amenaza, no van a ser ocupadas. Y si la cumple tampoco, salvo que empiecen por aplicar una política de precios muy distinta a la que nos han acostumbrado durante la burbuja.

¿Y Toscano? ¿Quiere pasar a la historia, con casi todo “Entrenúcleos” vacío? Seguramente como nuevo Eróstrato, aunque finja lo contrario. Otro SAREB vendrá a derribar lo que él quiere edificar, cuando sigan desocupadas. ¿Quién va a pagar los platos –los ladrillos- rotos? Todos nosotros. Cuando se nos obligue a rescatar otro banco, ahora implicado en la toscana megalomanía. Su fanática obsesión por hacer más grande a Dos Hermanas acabará con los pocos manzanillos aún en pie en el municipio olivarero; alejará a las envasadoras de las zonas de cultivo. Y dejará otra ciudad fantasma, hasta que el abandono, si no el “Banco Malo”, decidan convertirlo en desierto. Ya no suena la “campanita” de las hermanas Nazareno. Por más que lo intente, no puede quitarle más población a Sevilla: no hay precios que justifiquen emigrar al municipio vecino.

Sea la UE, España o USA, quien obligue a mantener Andalucía desierta de empleo, ha quedado bien patente que la construcción no es remedio. Podría paliar parcialmente el efecto de la falta de industria. Podría. Pero volverá a volverse como boomerang, porque lo que se necesita son precios adecuados al nivel de vida que se nos permite, no barrios de imposible acceso, para que vuelvan a quedar fantasmalmente solos. Cuando el pequeño término municipal sevillano se agota, las poblaciones del entorno podrían disfrutar su ventaja territorial en la industria, en vez de seguir pensando torpemente, como si la tenencia de pisos vacíos pudiera resolver la falta de viviendas; o la ausencia absoluta de emprendimiento, se pudiera suplir con más dinero para las constructoras. Vamos, con más gasto público para aumentar el parque de viviendas vacías. Lo que se necesita es una programación metropolitana, para ajustar las políticas y dar a la conurbación la coherencia y movilidad hurtada por tanto localismo trasnochado, tanto alcalde empeñado en destacar sobre los demás.

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