Patio de monipodio

... Y yo el primero

Lejos de protagonismo en la frase, Fernando VII se comprometía a “marchar por la senda constitucional”...

Lejos de protagonismo en la frase, Fernando VII se comprometía a “marchar por la senda constitucional”. Prometía respeto a la democracia y a la libertad instaurada por los representantes del pueblo que se defendía de Napoleón, mientras él le felicitaba por sus victorias. Pero, cuando el ejército más poderoso del mundo se vio obligado a retirarse, fracasado, el rey felón no tuvo escrúpulos en presentarse ante el pueblo vejado y capitalizar para sí el esfuerzo. Ni en prometer una Constitución también vejada, hasta que la recuperación liberal le llevara a nueva promesa que jamás pensó cumplir, como pudo verse al poco tiempo, como una burla a la Ley jurada, con la detención y asesinato de quienes le habían forzado a jurarla.

No hemos cambiado. Después de años de “recortes” a los más necesitados, con que engordar a los más rollizos; después de años de cierre de empresas, de concentraciones brutales con pérdida de miles de empleos, para enriquecer y hacer más poderosos a los más poderosos, desprovisto de todo escrúpulo, Rajoy promete tres millones de empleos. Quiere ganarle a Felipe González y bien que lo está consiguiendo. Tres millones, tres. Humo cegador, ruido ensordecedor para evitar que se vean más bajadas de sueldos, rebaja de pensiones, pérdida de servicios; para impedir que se escuche el sonido de tantos miles de estómagos vacíos. Nos debe creer imbéciles, desde luego con motivo, después de cuanto nos está haciendo, sin oposición real, tan necesaria.

Rajoy seguramente, visto el silencio de la mayoría ante sus desmanes, ha creído posible hacernos tragar todas las ruedas de molino que su gobierno sea capaz de fabricar. Pero ¿es posible tanto desprecio? ¿Qué concepto del pueblo tiene el gobernante, capaz de pensar que puede haber quien crea tal disparate. Porque tres millones no es el disparate, sólo insuficientes. Disparate es que quien desesperadamente aferrado al sillón, haga imposibles promesas que ni tiene, ni va a tener, ni nunca ha tenido intención de cumplir. Para creerle, también deberíamos creer que ha cambiado milagrosamente; pero no sabe el buen hombre (lo de “buen” es un decir) que sólo Pablo de Tarso cayó del caballo iluminado por la voz divina. Después de eso es obligado desconfiar de “conversiones” inmediatas y automáticas. Más de Rajoy, favorecedor permanente de la oligarquía a quienes cuida con esmero, a costa de bajar sueldos y pensiones, eliminar prestaciones y reducir servicios básicos.

Denodados luchadores logorreicos contra cualquier opción emergente, capaz de añadir riesgo a su continuidad y, con ello, a las prerrogativas concedidas a sus protegidos-protectores, precisarían un serio y trabajoso ejercicio, para recuperar la credibilidad que su ineficacia, ineptitud, egoísmo y totalitarismo han destrozado.

El desprestigio acumulado por el gobierno del PP ha llegado al límite de hacer increíble cualquier propósito de enmienda, si lo hubiera, que ni siquiera es el caso. Pero no deberían temer, que seguro esperan sueldos en bancos, eléctricas o telefónicas para cuando sean justamente cesados por su incapacidad y ausencia plena de interés y de dignidad. Entonces ¿A qué temen?

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