Patio de monipodio

Microcréditos

Mwhammad Yunus empezó hace cuarenta años, avalando los créditos que los bancos negaban, para terminar dándolos de su bolsillo...

Mwhammad Yunus empezó hace cuarenta años, avalando los créditos que los bancos negaban, para terminar dándolos de su bolsillo. Desde entonces, el crecimiento del Grameen Bank ha superado porcentualmente a todos los bancos del mundo. Hoy, convertido en uno de los grandes, continúa su política de acción social, ampliada a todo el sur de Asia, África y pronto América del Sur. Pequeños créditos para resolver problemas, principalmente para auto empleo, sin garantías ni avales de ningún tipo.

Los bancos tradicionales no confían en parados ni en amas de casa, y, lo que es peor, ni se molestan en tramitar créditos de pequeña cuantía. Para eso estaban las cajas de ahorros y el gobierno ha terminado con ellas, con el pretexto de una necesidad de “dimensión” no aplicada a las más de cuatrocientas cajas alemanas. Y, sin embargo, el índice de recuperación del Grameen, muy superior al de la media, pues la morosidad es inferior al 3%, deja en muy mal lugar las leoninas condiciones aplicadas por los bancos “normales”, sin pretenderlo expresamente. Y no hay demandas judiciales, ni listas de morosos: el “Banco del Pueblo” considera que quien no paga es porque no puede, no porque no quiere.

Algunas entidades españolas, en concreto varias antiguas cajas de ahorros, “inventaron” la fórmula y ofrecieron microcréditos. Pero, como nadie va a la cárcel por mentir, dejaban en evidencia la seguridad de Mr. Yunus, al ponerse ellos en evidencia. Los “microbank” de la banca española exigen en esos créditos exactamente las mismas garantías: nómina fija, propiedades y avales, de cualquier otra operación.

Contradicción de la supercontradicción. La banca española necesitaba las nuevas leyes “Zapajoy”, para abaratar los miles de despidos provocados por la brutal concentración, que ha dejado más de cien cajas en seis bancos. Las nuevas leyes de despido libre han terminado con la seguridad en la continuidad del trabajo. Pero sus mentores, con la mayor desfachatez imaginable continúan pidiendo nóminas, pese a conocer su nula validez actual, ya que ellos mismos han forzado y están disfrutando la inestabilidad laboral. En el zénit de la inmoralidad, reclaman la moralidad más trasnochada, vulgar e integrista: en extraña transmutación religiosa valoran estar casados, como si el estado civil garantizara la devolución del préstamo. Y exigen trabajo fijo, después de exigir, promover y aplaudir el despido libre.

Si algún día una entidad bancaria creciera en nuestro suelo por ofrecer un trato humanizado, por vender dinero y sacar beneficio sin excederse en intereses y penalizaciones, en definitiva, sin especular con las necesidades de los prestatarios; si atendiera a la gente por su nombre y sus carencias, en vez de exclusivamente por el montante de su capital, metálico o inmobiliario, el resto, la gran banca actual, los amos del “mercado” al ver las orejas del lobo ¿cómo reaccionarían? `porque quedarían en ridículo, aunque no por la acción de ese supuesto nuevo Banco, que se limitaría a constatar la evidencia del comportamiento de los actuales. Pero aquí “no está permitido” salirse del tiesto y los ejemplos de entidades absorbidas o cerradas son mucho más preocupantes que sugestivos.

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