Patio de monipodio

¿Ciclistas contra peatones?

Ya hace algunos meses. Con motivo de las obras de reforma del Muelle de Nueva York, nuestro inteligentísimo Ayuntamiento (Excelentísimo es aumentativo de excelente, y de eso ¡nada!) y la empresa constructora que...

Ya hace algunos meses. Con motivo de las obras de reforma del Muelle de Nueva York, nuestro inteligentísimo Ayuntamiento (Excelentísimo es aumentativo de excelente, y de eso ¡nada!) y la empresa constructora que, como de costumbre en esta ciudad, tiene bula, han cortado toda la acera del Paseo de las Delicias, desde el Puente de San Telmo hasta la altura del Palacio de San Telmo.

El único espacio disponible para el paso es el carril-bus. Y héte aquí que los ciclistas circulantes en el lugar, lejos de considerar la necesidad de ceder un poco de espacio a los viandantes, pedalean vertiginosamente entre los saltos de más de un peatón acongojado (o peatona acongojada) al ver en riesgo su seguridad física, con ostentosa utilización de señales acústicas, no sólo del timbre ciclero, sino también de sus voces, en claro menosprecio a los progenitores de esos peatones (y peatonas).

Ya con anterioridad, en la zona trasera de las paradas de los autobuses de cercanías, más de un ciclista ha empujado a las personas que esperaban, reclamando un paso que, por los indicios, parecen considerar exclusivo.

La obra terminó. El abuso, no. Mediodía, Avenida de Carlos V. Las mamotréticas construcciones del Metro no dejan más que una pequeña franja para el paso de peatones. Varios ciclistas los esquivan violentamente, contrariados por lo que, al parecer, consideran una “invasión” peatonal de su espacio exclusivo, aunque, para que fuera exclusivo, los peatones deberían volar. Todo ello después de acceder al carril-bici desde la zona de peatones del paso de cebra o desde la propia acera. Un minuto antes del último referido, un ciclista enfiló directamente sobre quien comenta, salvado en el último segundo por la sangre fría de quedar petrificado, esperando el impacto con ambos brazos al frente.

Seamos serios: si el serrinismo puso la ciclista ordenanza para provocar riñas y denuncias y así distraer la atención, no podían hacerlo mejor. El ciclista consciente, si lo hay, debería circular muchísimo más comedido en vez de ir como si fuera tarde; consciente, sobre todo, de que ningún vehículo, aunque tan sólo consuma gomas, puede colocarse por encima del que la única goma que consume es la de las suelas de los zapatos.

Si no, la consecuencia inmediata será molesta para muchos, grave para algunos y provocarán que el primer Consistorio consciente que llegue (no hablamos del actual, claro. Pero que venga alguien consciente también podría ocurrir) impida a las bicicletas circular por las aceras, como ya ha pasado en las ciudades que fueron pioneras en implantar tan irracional medida.

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