Parando letras

Afición al papel

El papel te escucha, te entiende, todo lo calla y, estando frente a él, a veces nacen nuevas ideas

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Lo recuerdo como si fuera ayer mismo. Sí. Recuerdo cómo sentí esa necesidad de escribir, cómo volvieron a crear en mí esa voz interior que me repetía una y otra vez frases y más frases dentro de mí. Después de años sin sentarme a ordenar mis ideas, estas decidieron revelarse contra mí en los momentos menos esperados. Poniéndome a prueba entre el papel y el bolígrafo, asaltándome junto con la inspiración. Creo que fue algo bonito, bueno, según para qué. Para mí la escritura ha sido mi mayor salvavidas. Ha sido quien me ha ayudado a rescatar mi verdadero ‘yo’ cuando no lo encontraba por ningún rincón. Quien ha hecho de mí una suma de letras, algunas con más y otras con menos sentido, que compartir cualquier noche con la mejor compañía. Aún no he encontrado a nadie que sepa entenderme mejor que el papel. A algunos quizás os entre la risa si no lo habéis hecho en ninguna ocasión. Os invito a ello. El papel te escucha, te entiende, todo lo calla (a veces incluso se queda en blanco) y otras, estando frente a él, nacen nuevas ideas que nunca confiabas que surgieran. Quizás por eso se explica mi dificultad de expresar los sentimientos hablando. Mi incapacidad de contar con palabras lo que me está pasando. Nunca me siento satisfecha con todo lo que pueda decir, porque sé que mi cabeza aún esconde algo más que no se atreve a decir. Y todo eso que no me atrevo a decir, el papel es capaz de sacarlo, capaz de hacerme sentir segura por un momento en un mundo en el que reina la desidia. Ya no sentimos la necesidad de hacer nada, ni siquiera la curiosidad por intentar hacer algo que nunca antes hayamos hecho. No hay quien nos mueva de nuestra zona de confort. No hay una motivación extrínseca que consiga sacarnos de ahí. Puede que ese sea el problema, el no vernos alentados a afrontar nuevas metas o descubrir nuevos horizontes. Lo único que conseguimos con todo esto es no llegar a conocernos del todo y ese es un gran problema. Si nosotros mismos no somos capaces de conocernos, ¿cómo seremos capaces de hacer que nos conozca el resto? 

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