Parando letras

Las señales

Rojo. Por todas esas veces que no lo intentamos, que pararse a mitad de camino a disfrutar de las vistas, merece más la pena que ir a contracorriente

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Si te paras a pensar un momento, la relación que guardan las señales de tráfico con nosotros no es casualidad, sino causalidad. Toda causa tiene su efecto. Y no es para menos. Cuando hablamos de semáforos y sus tres tipos de luz, nos encontramos con un vía libre, peligro y un detente. La luz verde para todas esas veces que nos vemos capaces de seguir en el camino, que nada ni nadie nos impide avanzar. Confiamos en que nuestros pasos nos llevan por el camino adecuado. Ámbar. Peligro. No todos los caminos llevan a Roma como decía el refrán. Tú decides si arriesgas o si mantienes la calma. Si arriesgas tal vez puedas resultar vencedor de la batalla, si por el contrario decides aguardar, la incógnita de tu ecuación será un ‘qué hubiera pasado si...’. Rojo. Por todas esas veces que no lo intentamos, que pararse a mitad de camino a disfrutar de las vistas, merece más la pena que ir a contracorriente. La vida está llena de señales y somos los encargados de interpretarlas. Velocidad recomendada. ¿Cuántas veces sobrepasamos los límites? Infinitas. Vivimos en constante movimiento, sin pararnos a pensar que para que hoy seamos, tuvimos que ser ayer. Y que si queremos ser mañana, debemos acelerar en el camino. Apurar los segundos al máximo. Ceda el paso. Queremos ser los primeros en todo, qué raro. Y no vemos que viendo sonreír también podemos ser felices. Que hay risas que contagian, y sonrisas que iluminan. Stop. Disfruta lo que tienes alrededor que el tiempo huye de nosotros, a la vez que nos refugiamos en la rutina. Agárrate que vienen curvas peligrosas. Frena. Por todas esas veces que derrapamos y enderezamos el rumbo. ¿Pero sabéis qué es lo mejor de las señales? Que a veces están para saltárselas.

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