Palabras en Libertad

Sevilla, cumbre contra el terrorismo

La colaboración entre países debería ser útil al propósito de impedir los atentados y evitar los baños de sangre

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Sevilla ha sido el lugar de celebración de una cumbre del llamado grupo G-4 - Francia, Portugal, Marruecos y España- para tratar asuntos relativos a la seguridad antiterrorista. España lleva dos años en el nivel de alerta número 4, es decir, prácticamente el máximo que excluye el riesgo inminente de un atentado pero conforma un conjunto de medidas de seguridad extremas.

En nuestro país sabemos muy bien el alcance de las advertencias que el terrorismo va dejando antes de cometer atentados. Avisos que van desde la amenaza abierta hasta el movimiento subterráneo de los presuntos terroristas antes de atentar. No en vano, disponemos de una larga trayectoria de atentados y lucha antiterrorista durante más de cuarenta años, que exceden a los que llevamos de democracia y que se han conmemorado estos últimos días.

El problema del terrorismo no nos es ajeno y aunque sus formas cambien, la realidad del criminal dispuesto a hacer daño y matar nos es bien conocida, más allá de que ahora la motivación sea religiosa como antes lo fue nacionalista. El caso es que la colaboración entre países debería ser útil al propósito de impedir los atentados y evitar los baños de sangre a que nos tienen acostumbrados los nuevos yihadistas que colocan su objetivo en las pesonas, sean quienes sean, cuantas más mejor.

El 11M definió el inicio de esa criminalidad bien organizada en este país. Bien organizada porque si produce víctimas es un éxito ya que no hay otro fin que el de causar dolor y desmoralizar a la sociedad. Aqué atentado tenía hilo directo con la guerra de Irak pero el curso de la historia ha demostrado que a día de hoy las excusas son peregrinas y las fuerzas del mal se emplean a fondo hagan los gobiernos las políticas que hagan. No se puede, como hacen algunos, establecer una relación causa efecto, porque no es real. Lo único que impulsa a la criminalidad yihadista es el deseo de notoriedad en un mundo globalizado y para ello cualquier escenario es oportuno.

Dice el ministro Zoido que la colaboración y la cooperación entre policías es un acierto. Sin duda. Los atentados de Bruselas y el de París, la noche de Bataclan, demuestran que en la lucha antiterrorista europea hay severas lagunas de información que hubieran ayudado a prevenir los crímenes.

En España la investigación, caso a caso, el seguimiento de potenciales terroristas, la elaboración de un listado riguroso sobre personas capaces de desarrollar su instinto criminal a partir de sus visitas a las mezquitas o sus paseos por internet, demuestra la eficacia de las estrategias preventivas sobre el mismo terreno que pisan aquellos susceptibles de convertirse en lobos solitarios o células asesinas.
Vencer al terrorismo exige implicación y conocimiento. Detrás de un conglomerado de ideas islamistas asoman a veces los criminales del retorno de la guerra de Siria o jóvenes radicalizados en su propio entorno social y familiar. Ahí y en el seguimiento de las armas que usan para las matanzas está la sustancia de la prevención.

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