Palabras en Libertad

La política en el erial de la vulgaridad

Hay una cierta y turbia ramplonería en la política española

Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai

Hay una cierta y turbia ramplonería en la política española. Su magistral y principal exponente es, sin duda, Mariano Rajoy que con su dialéctica de casino provinciano, de partida de tute en salones presididos por el humo, entre las cuarenta y anises y coñacs,  convence con argumentos como ‘lo normal’ o el ‘sentido común’, acabando las frases huecas con sentencias del calibre de ‘oiga’, como si estuviera mostrando una buena merluza en la pescadería del mercado de abastos. Su simplicidad argumentativa solo es superada por la displicencia de Iglesias, que encandilado por su perfil majestuoso, encorvado tras la coleta, se presta a dorarse la píldora en las preventivas sesiones de ensayo frente al espejo, para luego lucirnos su palmito en la tribuna de oradores con la soberbia de un tipo que insinúa con su hablar que eso es suyo, que los contrarios son bobos y que los demás debemos caer rendidos a sus pies. Este sujeto ha banalizado hasta la estupidez el debate político, y lo ha hecho a conciencia. Su doctrina de la política espectáculo está en el origen de esta minúscula política a la que nos somete.

Rivera se desplanta ante él y cae el otro en la trampa de la soberbia: ningunea al político naranja afeándole ser un tipo medio, vulgar, un empleado de banca, vaya, que tiene, como según él lo deben tener todos los de su especie, una dialéctica menor, de vendedor de seguros, bonos y cuentas corrientes. Le molesta a Iglesias que Rivera sea un tipo común y pretenda citar a escritores, filósofos o poetas, asunto de su propiedad por currículo académico y beca de Caja Madrid. Así quedan retratados ambos: uno porque le hacen las citas que deben colorear su discurso y el otro porque desvela su naturaleza engreída tan distinta de lo ‘común’, que es como somos la mayoría y el pretende representarnos.

En este océano de banalidad se disputan los logros estos políticos de trastienda de ultramarinos.  No hay un patrón irisado que sobresalga del perfil gris y rancio de estos adanes o del maestro seglar que les perdona la vida.  No hay, por así decirlo, talento natural, el que tanto habitó la Casa de la carrera de San Jerónimo en tiempos pretéritos.

Pero como no hay mal que no sea empeorable ha acudido al escenario por las puertas de fuera, una nueva comparsa de folletineros que se deslucen a sí mismos en entrevistas, tuits y tertulias con argumentos de suspenso en primero de BUP. Hemos sabido por ellos las formas de gobierno propias del Principado y el Reino, la adscripción ideológica de Kohl – oculta a los alemanes – en la socialdemocraciay el enrevesado y complejo baile de soluciones al tratado CETA, ora sí, ora no, ora abstención, que no es tan mala, oiga, como podría asegurar Mariano. Para eso bastaría con que le conviniese el esperpento. Y lo hace: en este erial destaca el guiño grotesco del presidente que dice, con los ojos chiribitas, mucho más que estos anodinos de saldo en chamarilerías de toda la vida. Vaya tropa, remataría. Y el Madrid, otra vez campeón de Europa, oiga.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN