Palabras en Libertad

Sánchez debería mirar a Francia

El aturdido “líder de las bases” debería fijarse menos en el almanaque y más en los franceses, y no solo en el espejismo Hidalgo

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Pistoletazo de salida: el calendario socialista ya está estructurado para que los tres candidatos que en realidad, de momento, aspiran a serlo, planifiquen su campaña interna. El Comité Federal del PSOE y todos, por una vez, estuvieron de acuerdo. Todos, no. Un reducido grupo de delegados – cinco o seis – afines al incombustible Sánchez dejaron constancia de su existencia al margen de los demás: se opusieron a lo que Sánchez había dado por bueno en 2014 y al método empleado en sus referéndums fantasma para convalidar decisiones previamente tomadas.

El aturdido “líder de las bases” debería fijarse menos en el almanaque y más en los franceses, y no solo en el espejismo Hidalgo. Él, que comenzó – como en todo en su carrera política – posando en mangas de camisa con el ‘social liberal’ Valls, ahora se sitúa en la órbita de Hamon, otro presunto izquierdista que elogia a Iglesias y aspira a gobernar con Mélenchon, el cartero de extrema izquierda; Hamon, ganador absoluto en su disputa de primarias con Valls, y ahora en irrelevante posición electoral para aspirar, siquiera, a ujier del Éliseo, ha sido sobrepasado por su colega de la izquierda verdadera. Mala fotocopia, fotocopia descartada.

Aspira Sánchez a ser el Hamon español, quizá el Corbyn, un desaparecido de la política británica en uno de sus momentos más trascendentales tras haber conducido al Partido Laborista al desastre habitual delas formaciones minoritarias tipo la vida de Brian. Quiere Sánchez ser Hamon, o quizá quiere ser simplemente un Sánchez que a diferencia de los políticos vecinos ya ha cosechado sus derrotas propias, las que han situado al socialismo español en sus más ínfimos niveles.

Les molesta a algunos ‘militantes’ la crítica su líder – crítica evidente, por otra parte – porque ven en él a un Moisés redentor sin darse cuenta que habrá de dejar al PSOE vagando por el desierto cuarenta años dando vueltas, debatiendo sobre la unidad de la izquierda tal y como nos tiene acostumbrado el club de las siglas interminables, mientras Iglesias, aún en su paranoia absoluta, se pasea por los escombros del viejo socialismo.

Pues la crítica se basa en datos ciertos: en su afán de conseguir la complicidad del militante, el líder temerario de las implacables derrotas, abraza farolas del porte de Hamon o Corbyn y anuncia el acercamiento a Iglesias, que para él – bendito sea el señor – no es populista, como hace el francés con el firme propósito de alcanzar la inmensidad de la nada política, eso sí a cambio de ser él el jefe del negociado.
Convocado ya el congreso en purísima mayoría, queda la batalla de censo, la de los avales y la de cargar la mochila con el habitual oportunismo de quien cifra el éxito de sus ideas o su partido en su victoria personal. Y si no, como hace el afamado alcalde Oscar Puente, que no quede piedra sobre piedra.

Para conseguir tal ruina, bastaría con dar una responsabilidad al alcalde de Jun, el arlequín de Sánchez, singular en su categoría política tanto como en su talento.

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