Palabras en Libertad

Los medios ante el futuro

Necesitamos medios de comunicación potentes, rigurosos, serios, y capaces de poder depurar la verdad de la mentira en las historias que circulan

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La comunicación es un mundo complejo del que muchos creen conocer los secretos. Se confunde comunicación con propaganda, acarreo de opiniones y desde hace bien poco con la soflama de invectivas a través de las redes sociales. Pero la comunicación es otra cosa: se trata de transmitir por los canales adecuados la información que se desea hacer llegar a otros. Desde la irrupción de internet se pensó que la comunicación se había democratizado, extendiéndose su utilización a cualquiera que con las herramientas adecuadas deseara verter opiniones o hacer llegar informaciones concretas. Por un lado sí, por otro se ha abierto una puerta terrible.

La intermediación de la información – superada por esta nueva idea – ha resultado ser indispensable. Por eso Trump ataca a los medios y a la prensa: porque analiza y determina el valor de lo que dice. Ese es un ejemplo, pero en nuestro país no hay menos.

Información y comunicación son piezas clave de un mismo esquema. En él, la prensa – tan atacada – es quien registra la veracidad y no la oportunidad de un planteamiento. Los ataques a la prensa son infinitos. Basta recordar cómo Pedro Sánchez acusaba a un grupo de comunicación de sus males o cómo Iglesias ataca a los medios siempre que estos destapan las miserias de Podemos. Atacar a la prensa forma parte del guión, ahora que se puede.

Pero si la comunicación es un asunto con complejidad, su uso interesado por la política lo ha convertido en un fin en sí mismo. Se puede crear y destruir sin necesidad de más esfuerzo que el de hacer circular ideas o informaciones carentes por completo de rigor.

Para afrontar esas carencias en el verdadero escenario de la comunicación, son necesarios medios autónomos capaces de singularizar la verdad de las cosas destripando las mentiras que la circundan.
Si uno dice que ha llenado a rebosar un acto y lo cuenta erre que erre con los terminales de difusión que se asientan en las redes sociales, acaba pareciendo una verdad irrefutable, cuando lo cierto es que carece de veracidad. Lo mismo cuando alguien se empeña en hacer creer que tal político ha dicho o hecho algo, que tal ciudadano es una víctima indefensa del sistema, que tal persona se ha beneficiado de algo indecentemente o que algo que no ha pasado ha sucedido sin duda alguna.

La comunicación política se ha desvestido de su trascendencia rigurosa y se ha convertido en la idea de Goebbels, la que facilita la radiante difusión de la mentira repetida una y otra vez.

En la hora de la verdad, necesitamos medios de comunicación potentes, rigurosos, serios, tenaces en su labor, y capaces de poder depurar la verdad de la mentira en las historias que circulan. La red es una maraña de ataques y verdades impostadas. Hay que despejarlas. Y la comunicación hecha con rigor en redes, internet, en el papel que sujetan los ciudadanos cuando leen un periódico o en la información que circula por las ondas, debe ser tratada por profesionales comprometidos con la verdad.

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