Notas de un lector

La piel ante la daga

Quien dice sombra” de Federico Gallego Ripoll (Manzanares del Real, 1953), mereció por este volumen el IV premio de Creación Literaria Villa del Libro

Toda premisa poética lleva anudada a su esencia un legado de verosimilitud. Sin querer rebatir el aserto del maestro Pessoa de que “todo poeta es un fingidor”, la visible intimidad de todo creador se transparenta, en buena medida, al par de su voz y de su intención comunicativa.
Ya sea desde una sucesiva soledad o una cómplice compañía, la palabra se alza y se postula como bálsamo, reclamo, huida, desahogo, redención… y sirve, al cabo, de estímulo intemporal para el escritor y, por ende, para el lector.

    Y digo esto, al hilo de la grata lectura de “Quien dice sombra” (Diputación de Valladolid. Fundación Jorge Guillén, 2017) de Federico Gallego Ripoll (Manzanares del Real, 1953), quien mereció por este volumen el IV premio de “Creación Literaria Villa del Libro”.

     El escritor manchego lleva más de cuatro décadas entregado a las letras y tiene en su haber casi una veintena de poemarios editados.Con vocación de trascender y con afán de hacer su discurso un ejemplo de ética y estética líricas, Gallego Ripoll conjuga vitalismo y meditación, hondura y claridad.

     En su compilación “Un lugar donde esperarte. (1981 - 2008)”, anotaba en su prefacio: “Si pongo por escrito aquello que recibo es para devolver lo que tomé prestado de la vida, que nada de lo importante tiene dueño y, hay lugares, emociones y silencios, que sólo se poseen si se comparten".
Ahora, en esta entrega que respira una insobornable legitimidad, el sujeto poético se reconoce deudor de un mensaje sencillo si totalizador, pues su discurso está construido desde la sustantividad de la palabra más precisa.

    Volviendo a Pessoa, o lo que es lo mismo, a Alberto Caeiro, memoro su personal afirmación: “Amar es pensar”. Desde esa misma premisa, el vate manzanariego parecearticular un conjunto de poemas con sabor inequívoco a cobijo, a pérdida, a luz, a presencia…, y todo ello tamizado por una esencia amatoria que revela la consciencia del tiempo vivido y por vivir: “Ven, toca mi cuerpo;/ ese dolor morado/ que en tus dedos/ tiembla como la piel ante la daga/ o el planeta,/ absorbido por su estrella,/ soy./ Toca y verás:/ Será un milagro./ Comprenderán tus dedos las razones del mundo,/ y que ninguna muerte lo es en vano”:

     Nada parece quedar al azar en el personal universo del poeta cuyos elementos narrativos y reflexivos derivan en seducción verbal. La equilibrada experiencia de su lenguaje, su eficaz cadencia rítmica, sirven, a su vez, para desplegar unos recursos compositivos que tejen un emotivo entramado lírico.
Mediante un intenso diálogo con lo cotidiano, Gallego Ripoll se aproxima hasta el filo de las preguntas que aún le son esquivas (“¿Qué persigue, el vacío, de mí?/ ¿Por qué resquicio del dolor escapo?”) y repasa y revive en su discurso el crepitar de su ayer y de su mañana: “Quien regresa/ tiene poco que ver con quien partió”.

     Dividido en tres apartados, “Mal de aurora”, “Sobre papel quebrado” y “Nosotros soy”, el poemario camina sólidoentre los perfiles de la aurora y de la noche, entre la fe de la búsqueda y la sobriedad del hallazgo, entre “todo aquello de cuanto está hecho la vida”.

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