Notas de un lector

Junto al fuego que palpita

Bella publicación bilingüe la que ha hecho la editorial Hiperión de “Las flores del mal” (Madrid, 2017)

Mucho le debe la poesía española del siglo XX a la impronta de la lírica francesa de mitad del XIX. El Parnasianismo de Leconte de Lisle y el Simbolismo que postulasen Verlaine, Rimbaud o Mallarmé, impulsaron en buena medida todo el Modernismo hispánico. Un Modernismo, anhelante de la perfección formal y de la sugerente musicalidad, tan característicos del quehacer francés de aquella época.

     Precursor de esta celebrada “revolución” artística, fue Charles Baudelaire, (1821-1867) de cuyo idealismo poético arrancan muchas de estas premisas. Detrás de la aparente realidad, existen profundas significaciones, secretos estados del alma, las cuales el poeta debe aprehender y entregar al lector. Tal dicotomía, influirá hondamente en la sensibilidad creadora de quienes pretendan traspasar los límites de la conciencia humana, para después llevar su compromiso interior al papel. Tantas veces señalado como el “iniciador de la poesía moderna”, tenemos nueva ocasión de comprobarlo con la bella publicación bilingüe que la editorial Hiperión ha hecho de “Las flores del mal” (Madrid, 2017).

La agitada vida del poeta francés -marcada por los permanentes problemas con su padrastro, el general Aupick- queda reflejada en su obra, por cuanto de conflicto interno se desprende de ella. Decadencia, artificiosidad, realismo, sensualidad, misticismo, austeridad… se enmarcan en esta hilera de pétalos que fuera conformando el genial francés durante más de diez años. La publicación de “Las flores del mal”, llevó a Baudelaire a padecer un proceso judicial y una condena por ofensa moral. En 1861, añadiría treinta y cinco poemas nuevos a la edición original. -Precisamente, el volumen que me ocupa, se ha basado en la publicación de aquel año, considerada la más completa de todas-.

Jesús Munárriz, que ha vertido al castellano estos poemas con certero tino y sabio lirismo, ha tenido a bien añadir un glosario de nombres citados, la mayoría de personajes mitológicos grecolatinos, tan familiares para Baudelaire como probablemente poco conocidospor los lectores del siglo XXI.

En su epílogo, el propio Munárriz afirma: “Es el primer libro de la modernidad, y sus constantes reediciones y lecturas indican claramente que sigue tan vivo como hace siglo y medio (…) Baudelaire nos enfrenta por primera vez en la lírica a la complejidad del ser humano y de la existencia sin censuras ni tapujos”.
Y, sin duda, que la capacidad y la estética visionarias del escritor galo, dieron como resultado un infinito juego de analogías, una escritura cifrada en los gestos de la vida más real, un quehacer personal e inimitable.

     En su poema “La campana rajada”, escribe: “Es amargo y es dulce, en las noches de invierno,/ escuchar junto al fuego que palpita y humea,/ alzarse lentamente los recuerdos lejanos/ al son de carrillones que cantan en la bruma./ ¡Bendita la campana de potente garganta/ que, pese a su vejez, alerta, en buena forma,/ sigue lanzando fiel su grito religioso/ como un viejo soldado de guardia en su garita”.

     Tanto tiempo después, volver a leer y a escuchar su “fiel” cántico junto al son de esta primavera, es una verdadera delicia. Su originalidad y magisterio han sido imprescindibles para muchos movimientos y tendencias posteriores, que han encontrado en su afilado y sobrio rigor un ejemplo a seguir.

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