Notas de un lector

Elvira Daudet, reunida

A su experiencia periodística como directora, redactora y corresponsal en prensa y televisión, ha unido su tarea literaria como novelista, y sobre todo como poeta

Nacida en Cuenca en 1938, Elvira Daudet lleva décadas entregada al sugestivo ámbito de la palabra. A su experiencia periodística  como directora, redactora y corresponsal en prensa y televisión, ha unido su tarea literaria como novelista, y sobre todo como poeta. Seis libros conforman su obra lírica: “El primer mensaje” (1959), “Crónicas de una tristeza” (1971), “El don desapacible” (1994), “Terrenal y marina” (1999), “Laberinto carnal” (2011) y “Cuaderno del delirio” (2012).
De todos ellos, puede leerse ahora una atractiva muestra en “Antología Poética. -1959 – 2012-” (Lastura. Colección Alcalima) una compilación que nos acerca el decir de una autora sincera y almada.

     En sus Notas de acompañamiento, que sirven de pórtico al volumen, Elvira Daudet hace un íntimo recorrido por cada uno de sus libros y da cuenta de algunos detalles tales como el lugar donde fueron gestados, las personales circunstancias que la acompañaron, la recepción y difusión que obtuvieron…. y, añade, de cara al lector: “Sólo si mis versos logran emocionarte se habrá cumplido el fin primero de la poesía, que, en mi opinión, no es el de la belleza como muchos creen, sino la comunión de las emociones a través de la palabra”.
Desde un discurso pleno de emotividad, nace, sí, la poesía de la vate conquense, quien daba a la luz con diecisiete años, su primer poemario, el cual, avalaba con un generoso prólogo  José García Nieto. En aquel primer mensaje lírico, escribía Elvira Daudet: “Perdona el descaro/ de mi primavera./ El verdor de mis campos./ El color de mi tierra./ Y la voz poderosa de mi río”. Aquella voz, con notas de inocencia, si firme, fue remansándose y encontró cobijo más hondo e intenso en siguientes entregas.

    Con “Crónicas de una tristeza”, galardonado con el premio “González de Lama”, la poetisa daba un paso al frente y confirmaba un decir de mayor madurez. Doce años habían transcurrido desde su bautismo poético, y la intensidad de sus vivencias y la esencialidad de su cántico se reflejaban al par de unos versos crecidos en sugestiva transparencia: “Atenta tuya te vigilo,/ diminuto asaltante de mi carne./ Carnívoro voraz,/ invitado al banquete del dolor humano./ Convocado de amor/ en un seísmo/ de cuya lava era el último oleaje”.
Otro paréntesis, pero ahora de más de dos décadas, dejó paso a “El don desapacible”, una entrega elegíaca y doliente, donde la pérdida de los padres y de otros seres queridos se torna protagonista de cada página, de cada hálito que exhala la memoria: “Aventa las cenizas/ y reaviva el rescoldo; aún tienes en las manos/ el don de renacerme. Madre mía,/ conjurémonos contra la muerte atroz”.

     Tras “Terrenal y marina” y “Laberinto carnal”, dos poemarios donde puede apreciarse cómo la autora se afana en humanizar la Naturaleza y abrazar con su pluma la orfandad del Hombre, llegó “Cuaderno del delirio”, un libro escrito “en estado de shock y en un desvelo permanente pese a los somníferos” y en el que palpitan el desconsuelo y la revelación, el abismo y el asombro, las lágrimas y la negra luna: “Yo no estuve en tu último naufragio./ Aunque morí contigo muchas veces”.

     Viva, sin embargo, y latidora, sigue percutiendo la poesía de Elvira Daudet, envuelta en la lumbre sedentaria de su verdad.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN