Notas de un lector

Trazar la salvaguarda

Tras sus dos últimos títulos, De la intemperie (2004) y Proteger las moradas (2008), José Luis Puerto (La Alberca, Salamanca, 1953), da a la luz “Trazar la salvaguarda”

Tras sus dos últimos títulos, De la intemperie (2004) y Proteger las moradas (2008), José Luis Puerto (La Alberca, Salamanca, 1953), da a la luz “Trazar la salvaguarda”, un poemario que, en palabras del propio autor“ cierra una suerte de trilogía donde yo quiero que la palabra poética sea esencial, leve, sugeridora, frente a los excesos que hay en la sociedad y todos los elementos de consumo, de desgaste".

    Hombre de letras y para las letras - profesor, editor, crítico, traductor, ensayista…-, su obra lírica alcanza con ésta su novena entrega, y continúa la línea marcada  -apuntado queda- por una sonora precisión verbal, por un universo donde el Hombre y la Naturaleza conviven fieramenteunidos y por una materia que además de acariciar los temas universales -amor, paso del tiempo, mortalidad…-, se complementa con una forma de mirar la realidad plena de humanismo y espiritualidad: “Días hay en que el ángel/ acude hasta nosotros. Cómo nos apacigua su presencia./ La herida se hace bálsamo./ Las pérdidas, encuentros./ El abandono se hace compañía/ y todo vuelve a ser/ como siempre quisimos”.
Y esos ángeles, el rústico, el del asombro, el relojero, el inocente, pueblan también la soledad y la expresión del poeta, y convierten su voz en mensaje sincero y calador: “Sobre la rama verde/ el pájaro/ canta./ En su estancia, abstraído,/ el hombre calla./ Pájaro y hombre,/ canto y silencio,/ todo proclama/ la hermosa melodía/ que a todos nos abraza”.

     Dividido en tres apartados, el volumen camina en su primera parte, “Hilos de melodía”, por los territorios más íntimos, más próximos a un yo poético que traza la salvaguarda a sabiendas de que ésta es protección y de que no hay mejor lugar para hallar tal amparo que refugiándoseen la poesía “un fulgor que nos ilumina y nos pone en contacto con una belleza desusada”.
En su segunda sección, “Nueve huellas de marzo”, el lector podrá recorrer de la mano del vate salmantino, los secretos de Fez, esa imperial ciudad marroquí, centro religioso y cultural del país, donde “… se mezclan/ el dolor con el júbilo,/ la lentitud con la celeridad,/ la permanencia con el sacrificio”; y donde “conviven el mercado y la mezquita,/ el regateo y la plegaria,/ la prisa y la quietud”.
Por último, “Cinco motivos clásicos”, tienen a Ulises, Sísifo, Antígona, Prometeo e Ícaro, como protagonistas del ayer y del hoy, como ejemplos vigentes -¿eternos?- por su sabiduría, su grandeza y su condena.

Al cabo, un poemario donde José Luis Puerto vuelve a dar muestras de que su decir es una síntesis consciente de infinitud y finitud, y de cuyo dualismo nace una esencia lírica plena de libertad, de tradición, de pasión. Su verbo, siempre acompañado por una certera ensoñación rítmica, se torna himno vívido, conciencia común, y protege y guarda de lo que más nos importa: “Enciende la memoria. Lo que buscas/ es un latido de oro/ que está en los arrabales de la noche./ Lleva tu rama allí,/ no te importe empuñarla con tu mano/ más delicada y luminosa./ Te espera la ventura que mereces”.

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