Bajo el título de “Fábula”, Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, 1964), viene vertebrando desde hace tres años un ambicioso proyecto literario. Se trata de un conjunto de diez libros, que incide en la dualidad Poesía-Vida. Y si escribo ambas palabras con mayúsculas, no es por simple capricho, sino por la trascendencia que tiene para el autor gaditano esta dicotomía que alienta -alimenta-, como ninguna otra, su diario acontecer.
Escritor prolífico y constante, Sánchez Menéndez dio a la luz su primer poemario, “Motivos”, en 1983. Con tan solo diecinueve años, su inclinación por las letras ya se dejaba entrever. Al citado título, le seguirían, “El violín mojado”,(1991) “Introducción y detalles” (1991), “Última cordura” (1993) y “La muerte oculta” (1996). Tras una pausa de quince años, rompía su silencio con dos volúmenes, “Una aproximación al desconcierto” y la plaquette “Cartoons”. Poeta, sí, pero también articulista, crítico, editor, amante, al cabo, de la palabra y su fulgor, de cuanto dice y cuanto calla.
De esa decena de volúmenes proyectados, son ya dos los editados, “La vida alrededor” y “Teoría de las inclinaciones”. Y el que me ocupa, “Libre de la tormenta” (Isla de Siltolá. Sevilla, 2013), una entrega que reúne textos escritos entre 1984 y 2011, y que, tras un proceso de descarte y ordenación, brinda ahora al lector.
“La poesía por encima del dios, del amor y de la propia vida, una forma de búsqueda de la pureza y de la esencia que llevan al único camino”, escribe Sánchez Menéndez a modo de prefacio. Una declaración de intenciones, de cuanto aquí quiere cantar y contar, pues desde esa filiación lirica crecen y se derraman estas páginas almadas.
“La poesía es sinceridad y compromiso. Soledad y silencio (…) No importarán los comentarios, las manifestaciones. Debes seguir un rumbo único, el verdadero. La fidelidad en la creación es una y personal”, afirma rotundo el vate portorrealeño al iniciar este periplo de esencial verdad literaria. Y también humana, porque caben aquí aspectos cotidianos que enfrentan al creador con distintos obstáculos, con la adecuada disposición y predisposición para ejercer su tarea, con los variables estados de ánimo -dichas, sinsabores-, que condicionan sin duda alguna su cometido, y que, a su vez, afectan a lo más profundo de esta noble profesión.
Cabe destacar que, Javier Sánchez Menéndez se expresa de forma contundente pero delicada, con opiniones que pueden resultar atrevidas, controvertidas o discutibles, mas están moldeadas desde un plano respetuoso y respetable, a sabiendas de que “lo autentico es honrado y fiel”. En ocasiones, su discurso se torna desolador, casi elegíaco, sobre todo cuando nos advierte de que “un ángel negro mira por encima del hombro”, y sus sombras colman el tiempo y el espacio que relata.
Sin embargo, él busca en la poesía lo que la vida le roba mientras sueña, y desde ese empeño, continúa ofreciendo a lo largo y ancho de esta fábula, sus íntimas valoraciones, sus personales consejos: “Cuando el cincuenta descansó, la poesía española entró en el más absoluto barbecho. Lleva así muchos años. (…) Un poco de soledad, silencio y trabajo, gran cuerpo de lecturas y evitar lo contemporáneo. Esa dosis ordenada y asumida dará resultados”.
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