Notas de un lector

La 'Gira' de Álvaro Tato

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En noviembre de 2000, reseñaba yo desde este mismo espacio, el primer poemario de Álvaro Tato (1978), “Hexateuco”, con el que este poeta madrileño obtuvo el Premio de Arte Joven de la Comunidad de Madrid. Por aquel entonces, anotaba que su decir sorprendía por su sabio tratamiento rítmico y verbal y por la madurada condición temática que envolvía el conjunto: “Como una moneda que corre/ de palma en palma,/ así la voz de tu cielo/ me vende el amor y el cuchillo/ ¿Cuánto cuestas, cielo divino?” se preguntaba en uno de sus textos más significativos.


A ésta entrega, le seguiría muy poco tiempo después el “Libro de Uroboros”, premio Antonio Carvajal de Poesía Joven (2000) y en 2007 “Cara máscara”, premio Hiperión.

Dramaturgo, director de escena, miembro de la compañía de humor, teatro y música “Ron Lalá”, Álvaro Tato lleva una vida nómada, que le permite recrear una amplia multiplicidad de personajes y territorios a los que sabe -sin duda- extraer su parte más lírica. Y así ocurre en “Gira” (Hiperión. Madrid, 2011), poemario con el que acaba de obtener el Premio Internacional de Poesía “Miguel Hernández”.
Tras la concesión del galardón, el propio autor confesaba que los poemas que integran esta personal gira son “sencillos en rima y métrica y de lenguaje cercano”. Pero tras esa aparente sencillez, Álvaro Tato construye una íntima reflexión con elementos que aun procediendo de lo cotidiano abarcan lo colectivo. Su verso crece al par de un plural mayestático con el que quiere hacernos partícipes de sus inquietudes y certidumbres: “Al menos un instante cada día/ volvemos al país/ que nos viaja por dentro (…) Es nuestro exilio tuyo,/ nuestra patria perdida”).

El gozo de sentirse vivo, cargado con un equipaje hermoso sobre los hombros de su conciencia, se mezcla con el tono desolado que traza su cántico cuando reconoce su irremediable condición mortal: “Nos acabamos yendo/ solos o juntos,/ nos vamos terminando./ A veces de los otros,/ otras del todo,/ siempre temprano”. La brevedad de sus textos y la profundidad que brota de ellos los acerca, en ocasiones, al aforismo, mas su mejor virtud es que en sus versos no cabe la sentencia lapidaria, sino la humilde cavilación de un hombre que se enfrenta con su habitat natural, con su propia alma, sin esconderse, ni escondernos la autenticidad de su palabra: “Y cuando nuestros nietos/ caven para encontrarnos/ ya estaremos perdidos/ en un andén lejano”.

En esta ocasión, la poesía de Álvaro Tato pretende sacudir los cimientos primordiales que sostienen al género humano y poner contra las cuerdas aspectos que no son sino constante causa de rebeldía. Si embargo, sus aspiraciones se topan con la realidad de un presente que mantiene un irritante inmovilismo. Por ello, sus versos son una forma hermosa de batallar contra lo establecido, contra todo aquello que contenga un acentuado materialismo y de huir en busca de una tierra donde poner en hora un nuevo y solidario corazón: “Será en los días justos/ que llenes, los amores,/ la música que goces,/ las casas que te vivan./ Será en todos los años/ que te dejen sus marcas…”, donde sabernos mejores. Y aún más vivos.

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