Por la seguridad de la Vía Verde

Como tantas otras veces, tiene que ocurrir algo para tener que abrir los ojos ante una realidad. Una señora ha tenido que sufrir el susto de su vida para que se ponga de manifiesto que la Vía Verde necesita mayor seguridad y vigilancia, entre otras muchas cosas.


   A buen seguro esta señora no volverá a pisar en mucho tiempo, quizás nunca, la Vía Verde, con tal de no rememorar algo tan espantoso como es el hecho de que un dislocado ande queriendo violar a la gente y se abalance sobre ti.


   Suelo frecuentar este espacio de nuestro Jaén. Soy uno más de los muchos jienenses anónimos que cada día disfrutamos este antiguo camino del ferrocarril. Andando, corriendo o en bicicleta, sólo hay que asomarse una tarde a sus dos primeros kilómetros para darse cuenta lo transitado que aquello resulta y la aceptación, consecuentemente, que este espacio tiene en Jaén.


  Pero también en tan sólo dos kilómetros nos podemos dar cuenta de las muchísimas carencias de aquello. Fuentes, las justas. Mejor es llevarse una cantimplora. Iluminación…más alumbra la luna que las farolas que más bien brillan por su ausencia. Preferible es alumbrarse con el móvil. Y en lo que a seguridad se refiere, que me disculpen los señores agentes que por allí anden de servicio pero creo recordar que en casi siete años que llevo gastando suelas de zapatillas por allí, tan sólo he visto presencia de agentes una sola vez.


   Eso por no contar las grietas, hoyos, zanjas…que nos vamos encontrando a nuestro paso. Un cierto desastre.


   Por todo eso no es de extrañar que tarde o temprano ocurriera lo que ha ocurrido, y demos gracias que no tengamos que lamentar mayor número de desgracias.


   Pienso en la cantidad de gente que de forma individual acude hasta allí. Muchos de ellos son personas de edad bastante avanzada. Todos estamos expuestos a los peligros que la Vía Verde esconde, ya sea un perro escapado o un individuo con intenciones un poco reguleras. Una verdadera lástima, porque el sitio merece la pena, la salud nos lo agradece y nuestros sentidos también, al aprovechar la oportunidad de atravesar viejos caminos de olivos y abrazarnos a la naturaleza, allí donde el asfalto se convierte en carril de tierra y la ciudad se transforma en campo.


  Que toma nota de ello aquel a quien le corresponda y adopte las medidas que sean necesarias. Hoy ha sido un susto, mañana puede ser una desgracia, y entonces todos lo lamentaremos. Estamos a tiempo de evitar males mayores.

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