Arcos

Magnífico Perdón

La cofradía ha lucido el frontal dorado del paso de misterio. La hermandad ha mostrado a María Santísima de la Piedad en todo su esplendor tras la restauración del imaginero Ismael Rodríguez-Viciana

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El Miércoles Santo recuperó su máximo esplendor en las calles después de alguna salida frustrada por la lluvia durante los últimos años, pero, ya se sabe, esta Semana Santa está resultando condescendiente con los desfiles penitenciales de las cofradías. A las siete de la tarde asomaba la cruz de guía de madera por el pórtico de la Basílica Menor de Santa María de la Asunción, señal de que la procesión comenzaba…


Un primer tramo de nazarenos en el que destacaba la elevada presencia de niños continuó la bajada por las gradas de la parroquia para abrirse camino entre la multitud agolpada en el atrio de la iglesia y en la aledaña calle Deán Espinosa. Pero todos esperaban con expectación la llegada del paso del Santísimo Cristo del Perdón, para verlo dorado por primera vez después de los trabajos practicados en el frontal; una tarea complicada por costosa y que contempla varias fases hasta su acabado.


Pero el dorado del paso no fue la única novedad de la procesión, pues la sagrada imagen de María Santísima de la Piedad lució restaurada después del inconmensurable trabajo del imaginero bornense Ismael Rodríguez-Viciana y que feligreses y hermanos pudieron comprobar por primera vez en los aún recientes cultos cuaresmales de la corporación. La Virgen mostró manto negro, delicados encajes y un semblante doloroso ante la escena que representa su Hijo clavado en la cruz.
La salida se demoró nada más bajar el primer tramo de las escalinatas, donde los capataces Damián Márquez y José Raúl Zarzuela decidieron parar unos instantes el paso para departir con costaleros y preparar al máximo la última bajada que dejaría al cortejo ya en Deán Espinosa. Por entonces, la banda de cornetas y tambores de la hermandad de las Tres Caídas aguardaría paciente para tocar preciosas marchas tras el paso de misterio.
A escasos metros de la Basílica Menor irrumpió una saeta interpretada por Antonio Soto ‘Sotito’ que el público agradeció con una enorme ovación e incluso con lágrimas en los ojos provenientes de un sentimiento ancestral por la imagen del Perdón.


El paso se presentó decorado con lirios morados, extraño sí por el contraste de los respiraderos aún sin dorar con el frontal radiante de su reciente dorado. La imagen de San Juan Evangelista completó la trilogía imaginera sobre el paso en una de las escenas más veneradas de la Semana Mayor arcense.


Con las dificultades propias de un recinto abarrotado, la comitiva cofrade logró abrirse paso entre el gentío y bien organizarse para convertirse en una infinita caravana, organizada de principio a fin para desfilar por la larga calle Corredera, donde pareció que había menos público que otras veces, posiblemente debido a que, a esas horas, se disputaba, aunque no tuviera nada que ver con la procesión, el partido de la final de la copa del Rey de fútbol.


La hermandad que dirige el hermano mayor José Carlos Moreno contó este año y en representación de la Iglesia con su hermano sacerdote Sergio Moreno, destinado a Roma para trabar cerca de Su Santidad, el papa Francisco. Otra imagen característica fue la presencia de los costaleros de refresco que caminan tras el paso para sustituir a sus compañeros llegado el momento del cansancio. Un paso tan pesado y duro de llevar así lo exige.


La hermandad del Perdón cumplió su ilusión de pasear sus sagrados titulares y su significado religioso por las calles de un pueblo que siempre le ha sido fiel.

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