Me queda la palabra

Mentirosos Habituales

Cuando una mentira se repite hasta la saciedad, no por eso va a convertirse en verdad.

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El tema del verano es, y seguirá siendo, Catalunya. Mi opinión al respecto ya se expresó en varias entradas no hace tanto tiempo y sigo pensando lo mismo. No tengo intención de repetirme.
Pero también, al hilo de esto, son constantes las líneas que se abren a nuevas temáticas. Cuando una mentira se repite hasta la saciedad, no por eso va a convertirse en verdad. El empleo de esta estrategia se apoya en que si quien lo expone tiene predicamento entre el auditorio, puede que la píldora se trague con mayor fe que raciocinio. Esto es exactamente lo que ha ocurrido: basta que Rajoy diga hasta la saciedad que España es la nación más antigua de Europa, con más de 500 años de existencia y que el ex-ministo de Exteriores, García Margallo, lo repita como buen palmero
(este incluso se atreve a decir que del mundo), para que existan ignorantes que lo crean a pie juntillas. Ya lo dijo el ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels, “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, así que mala fuente se han buscado.
El argumento esgrimido se basa en la tan cacareada unidad española con el matrimonio de los conocidos en la Historia como los Reyes Católicos, que en ningún momento supuso nada más que los territorios dependientes de una y de otro estuviesen bajo la jurisdicción del mismo rey. En realidad eso no paso hasta que años después su nieto Carlos I accediera al trono. Tuvieron que pasar dos siglos más para que Felipe V, primer rey borbón, tras el triunfo en la Guerra de Sucesión, en 1715 con la promulgación de los Decretos de Nueva Planta, diera carta de naturaleza al estado español, centralizando todo el territorio y su legislación, excepción hecha de los Fueros de Navarra, como premio a su participación en la guerra en defensa del ganador.
A la hora de dar fechas de la teoría sustentada por nuestro presidente y demás, hay quien se acuerda de las fechas del matrimonio de los RR.CC., 1469; la de la llegada de Isabel al trono de Castilla, 1474; la de Fernando al trono de Aragón, 1479; o la más famosa de la conquista de Granada, 1492. Pues con las mismas habría que llegar a la incorporación del Reino de Navarra, 1512. 
El problema, para estos, reside en que la creación de otros países como estados independientes vienen a contradecir la cantinela de nuestros próceres. Países de nuestro entorno y fechas de creación: Bulgaria, 632; Francia, 843; Noruega, 872; Turquía, 900; Inglaterra, 927; Austria, 976; Dinamarca, 980; Hungría, 1001; Portugal, 1139; Suiza, 1291; Andorra, 1278; Mónaco, 1419; Suecia, 1397; y el más curioso,  San Marino, sin duda el más antiguo de Europa, 301. Como verán no faltan ejemplos que contradigan la machacona retahila de tan ínclitos personajes. ¿Cómo se puede ser tan ridículo o tan cínico?
Tampoco se entiende la obsesión de la derecha tradicional española por reivindicar a la casa de Austria, que solo trajeron guerras y miserias para los territorios y para nuestros antepasados. Son los Borbones, con sus luces y sus sombras, quienes dan la personalidad histórica a nuestro país, sin entrar si para bien o para mal.
Aclarado el entuerto, lo dicho: quien quiera que crea a Rajoy (o a García Margallo), en España todo puede suceder. Aquí, los Reyes Magos, la cigüeña, el Ratoncito Pérez y demás cuentos, son para creer en la infancia y hay quienes les dura la infancia toda la vida por larga que sea.
En resumen, ¿es tan importante la antigüedad de un país para crearse un falso e inmerecido prestigio? Lo que llena de orgullo a cualquier patriota es que su país sea modelo de convivencia, que sus miembros puedan gozar de un estado justo y equitativo, que los gobiernos se preocupen por el bienestar de la ciudadanía y que, actuando en favor de toda la nación, no se centren en defender  exclusivamente a quienes manejan los hilos del poder y de la riqueza y se olviden del resto.

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