Me queda la palabra

Ídolos con Pies de Barro

Solo existe un camino y no será Fernández Villa ni gente como él quienes nos aparten del mismo.

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No es tema para hacer una tesis doctoral, ya que es vox populi,  que esta sociedad burguesa en la que no nos queda otra que vivir se alinea en su mayor parte de personas que la conforman entre dos conceptos socioeconómicos opuestos que determinan la concepción ideológica política a la que nos adscribimos o al menos simpatizamos.
Quienes se inclinan por defender posturas del liberalismo económico deberían saber que esta postura pone ante todo al individuo por encima de la sociedad y es este el verdadero protagonista de  del modelo de sociedad que defienden. Quienes concebimos para esta sociedad la línea de pensamiento del progresismo social creemos que el ser humano es ante todo un ser social y como tal es el colectivo el motor que debe transformar la sociedad en beneficio de todo el mundo.
Es lógico deducir que si la línea de pensamiento que impera se identifica con el liberalismo sea más comprensible que se potencien los valores individuales de quienes destacan y se presenten como modelo para que el resto se esfuerce en alcanzar ese reconocimiento que, como ser único en su especialidad, genera el ascenso social. De aquí a establecer un amplio elenco de personajes a imitar no queda lo más mínimo. Por ello, esta sociedad nuestra glorifica a los triunfadores, cosa que en principio no nos parece mal, ya que el influjo del  modelo social en que nos desarrollamos así lo ha creado con el fin de dar mayor entidad a su justificación ante el resto. Pero quienes tenemos claro que hemos de ser todos quienes mejoremos, quienes consideramos que si no es así, no sirve, ya que la sociedad solo se salva si lo hace en su conjunto, no podemos aceptar una forma de actuar tan individualista que es precisamente lo que espera es mantenernos siempre donde estamos para que las diferencias entre las personas sean el motivo para estar divididas y que nuestro concepto social no avance. En resumen, que admirar a quienes por sus méritos se lo merezcan parece muy bien, pero nunca ha de ser la solución para nuestros problemas.
En cambio, no hay ningún impedimento para reconocer lo de positivas tienen las acciones, las actitudes y las voluntades de cuantas personas dedican todo su esfuerzo por una mejora colectiva, generosa y solidaria. Pero en este mundo los advenedizos, los petulantes y los tramposos  aparecen donde  cualquiera menos se lo espera. Es entonces cuando estos seres reconocidos como tales pierden todo su predicamento, haciendo un daño notable a quienes representan, a quienes confían en ellos y sobre todo a quienes les ha tomado como modelos.
Hace muy pocos días José Ángel Fernández Villa, el histórico líder del SOMA-UGT, el poderoso sindicato minero asturiano, ha vuelto a la actualidad y por supuesto que para nada bueno. Si en 2014 nos enteramos que dos años antes se había acogido a la amnistía fiscal de Montoro para regularizar 1,4 millones de euros, hecho que puso sobre aviso a la Inspección de la Agencia Tributaria, teniendo en cuenta de que no se le conocen al mito de la minería asturiana más ingresos que los de su actividad sindical, ahora sale a la luz que la pensión máxima de 2.500 € mensuales que recibe se debe a tres falsificaciones de la propia empresa Hunosa. Los textos de los partes se contradicen para esconder que la lesión que sufrió el representante sindical se produjo cuando se le cayó encima una caja de sidra en una celebración de la cita anual de Rodiezmo.
Sí, la famosa cita de Rodiezmo, la fiesta de la minería asturiana, en la que José Luis Rodríguez Zapatero, Alfonso Guerra o el semieterno Cándido Méndez, venían a dar brillo al principal culpable de la actual situación de la actividad minera reducida en un 90 %, según palabras de un antiguo compañero suyo, Antón Saavedra. Éste, en el programa “Salvados” de Jordi Évole, acusó a Fernández Villa de la afirmación citada, como de tener parte activa en el nombramiento de las máximas autoridades asturianas, alcaldes, concejales, presidentes de gobierno, fiscales, así como de la dependencia que estos adquirían con el cargo, controlado a través del sindicato minero, y mucho más grave de haberse enriquecido con los fondos mineros, los que pagaban las pensiones por invalidez  y de las viudas, que recibieron subvenciones por casi 4.500 millones de euros en 15 años, que se destinaban a la reconversión, origen de la fortuna regularizada en la amnistía fiscal. Fernández Villa se aprovechó del cierre de las minas y de las empresas que se crearon donde situaba a sus allegados para crear una auténtica red mafiosa que le permitiera seguir en lo más alto: “La mina más rentable es la que está cerrada” son palabras del sindicalista enriquecido, propietario de once inmuebles y de coches de alta gama. Saavedra lo denuncia el 3 de julio de 1996 a la Fiscalía Anticorrupción que archiva el caso.
Solo ahora cabe la posibilidad de que se haga justicia, esperemos que no le tiemble la mano. Pero la justicia no va a solucionar el perjuicio moral que ha causado en la gente que confía en la reivindicación social para recuperar la dignidad y los derechos; pronto se escuchará el “No ves como todos son iguales”. Gente como Fernández Villa se podrán sentir muy felices con todo lo que se han aprovechado de la confianza que los mineros asturianos y por ende toda la clase trabajadora española, así como cualquier persona comprometida con la defensa de los intereses de las clases más desfavorecidas. Esto solo tiene un nombre y es el de traición.
Ante esto, lo que se espera es que la desilusión, la decepción, el hastío pueda anidar en quienes creen que otro mundo es posible. Ejemplos como este han de servir, no para que se desista de la lucha necesaria, sino que sea un acicate para demostrar que no todos son iguales, que es lo que interesa a los poderes que se sienten amenazados a quienes conviene. Solo existe un camino y no será Fernández Villa ni gente como él quienes nos aparten del mismo.

 

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