Acostumbrados como estamos a que nos dobleguen la voluntad, basta conque el aparato estatal ponga en marcha su opresiva maquinaria para que cualquiera con un mínimo de sentido crítico ponga en duda aquello, que desde el poder, a través de los medios de comunicación, de lo que se nos quiere convencer.
No por mucho repetir a quienes están convencidos se les va a cambiar de opinión. Para eso hacen falta argumentos y llegados a este punto el tema se complica: Da la impresión que es mucho más eficaz repetir tópicos. Pero si se sigue haciendo es porque saben que existen otros muchos de opinión más voluble. Es evidente que el bombardeo mediático surte sus efectos y cuando se necesita se recurre a ello sin pudor alguno.
Todo esto recuerda la fábula de Esopo “!Que viene el lobo!” y, como en esta, el exceso puede llevar a que les salga a los “interesadísimos” el tiro por la culata.
El tema del nacionalismo es uno de aquellos donde la demagogia y el juego sucio se emplea con una discrecionalidad que llama la atención.
Nadie puede negar que el tema catalán es un tema que se ha ido enconando por la torpeza de un gobierno intransigente que quiere demostrar que sus tesis se deben imponer por las buenas o por las malas, sin atender a otro tipo de razones. No suelo defender por costumbre las actuaciones del principal grupo de la oposición, pero lo que es de justicia es reconocer que nunca se estuvo más cerca de darle un buen encuadre al problema, que cuando Rodríguez Zapatero aceptó el Nuevo Estatuto de Catalunya, que solo por la obstinación del partido popular que tras su recurso movilizó a los nombrados por el PP en el Tribunal Constitucional, impidió una solución muy aceptada por el resto. De aquellos polvos vienen estos lodos.
Ahora, como en cualquier juego de envite, el órdago lanzado por el nacionalismo catalán, radicalizado por la postura del gobierno, nos ha llevado al riesgo de que los catalanes apuesten en su mayoría por la independencia. De ser así...pues eso; todo un marrón.
No seré quien opine ni a favor, ni en contra. Mucho antes de que nadie soñase con el partido en el que participo, ya era yo partidario del Derecho a Decidir. Que quede claro que en absoluto quiere decir otra cosa. (Así que mentes calenturientas, absténganse. Juicios de valor, cuantos menos mejor)
Es el mismo derecho que ha permitido que otros países como Croacia, Eslovenia, Bosnia, Montenegro, Bielorrusia, Ucrania, etc, etc, hacerse independientes; o a otros, como Quebec o Escocia, permanecer donde estaban. Incluso en este último caso, para nada se ha montado el pollo que hemos montado aquí. En la campaña del referéndum escocés, y eso sí era una apuesta por la independencia, no salieron Obama, Merkel, la Comisión Europea, ni otro chorro de mandatarios contando lo malísimos que eran los partidarios de la independencia y de todo lo malo que les iba a caer ¿O es que a Escocia no les iba a pasar lo mismo? ¡Ah, bueno! Cameron también estaba en contra de esta, pero en este caso es normal. La cúpula empresarial y la gran banca, nacional y catalana, también apuntadas al carro de ¡Que viene el lobo!
Volvamos al principio ¿y las grandes empresas de comunicación? ¿Acaso han dejado de hacer otra cosa desde que empezó a sonar la posibilidad de estas extrañas elecciones catalanas que no fuese denostar una corriente, la nacionalista catalana, y dar rienda suelta a la postura oficialista, la nacionalista española?
Bien sabemos como acabó la fábula. Al final el lobo se comió los ovejas.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es