Me queda la palabra

Hepatitis C. El Derecho a la Salud.

La Hepatitis C, que cuenta con unos 900.000 afectados en España, aunque el 70% de estos desconozcan que la padecen, puede permanecer latente mucho tiempo y después aparece a veces como cirrosis o como cáncer hepático.

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Una de las máximas preocupaciones del ser humano a lo largo de la historia ha sido, es y será, su salud que, con la alimentación, es incluso anterior a la búsqueda de un lugar donde habitar o la protección de una prenda de abrigo.
Por esta causa, a las personas que se dedicaron a tratar las enfermedades o a mitigar el dolor, la sociedad mostró hacia ellas el máximo reconocimiento y les otorgó la mayor deferencia a su labor. Es sabido que, junto a quienes, desde su posición, manejaban los hilos de las creencias religiosas, mantuvieron una preponderancia elitista que les convertía en personajes de referencia dentro de sus colectivos. En muchas ocasiones las dos facetas, curativa y religiosa, iban de la mano personificadas en el mismo individuo.
La vital importancia del tema supuso que, desde que las sociedades adquirieron un aceptable nivel de madurez, todas ellas se preocuparon de ofrecer las atenciones médicas a sus miembros, al menos a los elegidos, y que, por suerte, la evolución de los tiempos ha ido generalizando hacia una Sanidad Universal, que es la panacea perseguida y que aquí tuvimos la satisfacción de alcanzar en tiempos no muy lejanos algo próximo. De la situación actual, a niveles de política oficial, ya habrá tiempo de comentar.
El interés por la salud ciudadana no ha podido evitar que en todas las épocas, incluso en la nuestra, se produzca el desarrollo de enfermedades epidémicas. La historia nos demuestra que determinadas epidemias y pandemias causaron tantísimas muertes que alteraron la demografía de tal forma que condicionara posiblemente el devenir del futuro próximo.
La Biblia ya nos “cuenta” las plagas que sufrieron los egipcios por no querer plegarse el faraón a los deseos del terrible dios de Israel. De la exactitud y de los detalles se podrá dudar, no así de las epidemias en aquella época. Con claras referencias históricas, con suficientes documentos que lo sustentan, nos vienen a la memoria ejemplos como la Peste de Atenas en el año 430 A de C, durante las Guerras del Peloponeso; la Plaga Antonina, del 165 al 180, producida por una especie de viruela que acabó, entre otros muchos, con el emperador Marco Aurelio; la Plaga de Justiniano, producida por la peste bubónica entre el 541 y el 542; la Peste Negra, quizás la más tristemente célebre, que causó 25 millones de muertos entre el 1348 y 1350; la Gripe Española, que por cierto no se originó en España, ni tampoco fue especial protagonista de la misma, con 50 millones de fallecimientos en 1918. Aparte otras muchas: tuberculosis, tifus, cólera, escorbuto, viruela …, también hicieron estragos entre la población a lo largo de los tiempos.
En las últimas décadas el SIDA se ha reconocido como uno de los peores azotes a la salud de nuestra época. Tampoco hemos de olvidar las distintas gripes, la Asiática, la Aviar, la Gripe A, u otras pandemias, como el Mal de las Vacas Locas y tantas más, o la de más reciente actualidad como el Ébola. Hemos dejado para el final la Hepatitis C.
La Hepatitis C, que cuenta con unos 900.000 afectados en España, aunque el 70% de estos desconozcan que la padecen, puede permanecer latente mucho tiempo y después aparece a veces como cirrosis o como cáncer hepático. Provoca en torno a 10.000 muertes al año y es responsable de la mitad de los trasplantes de hígado de nuestro país. Es una enfermedad epidémica que se contagia por la sangre y que se puede detectar con una prueba que cuesta unos 10 €.
Como en todas las enfermedades relativamente nuevas, esta se identificó como tal en 1992, los tratamientos son recientes y en muchos casos no suficientemente eficaces. El que se suele aplicar en España consiste en un cóctel de fármacos, donde se incluyen la ribovrina y el interferón, que tiene una tasa de curación en torno al 50%. El caso es que en Estados Unidos se ha desarrollado un nuevo tratamiento que sirve para todo tipo de virus (en la Hepatitis C hay cuatro genotipos), con unos resultados mucho más esperanzadores, en los tratamientos de doce semanas se ha conseguido un porcentaje de curaciones del 91.8 % y en los de veinticuatro semanas se ha llegado al 95.5%. Este nuevo tratamiento cuenta además con la ventaja de no incluir en el cóctel el interferón y evitar, por tanto, los efectos secundarios de este (irritación, depresión, insomnio, pérdida de peso, anemia).
Hasta aquí, todos son motivos para felicitarnos. El hándicap con el que nos encontramos es con el precio, 80.000 dólares en Usa, unos 60.000 €; aunque también hay quien desde el Ministerio de Sanidad habla de 80.000 €.
Viéndolo fríamente desde las cifras y la época de crisis en que nos movemos, entenderíamos las reticencias a implantar el nuevo producto por el coste tan enorme y la gran cantidad de afectados. Nos consta que el ministerio está negociando con la farmacéutica para conseguir un precio más asequible.
Llegados a este punto, si no fuera por otros tremendos agravios comparativos que se producirían si no se llegase a un acuerdo, hubiésemos comprendido la actitud de los responsables sanitarios. Pero el hecho es que hace unos días no se reparó en gastos para repatriar al cura afectado por el Ébola, ya manifesté entonces que no me parecía mal; aunque esto resulte anecdótico con  las decenas de miles de millones empleados a fondo perdido para salvar las entidades bancarias y las autopistas privadas, alternativas a otras ya existentes. Estamos hablando de los distintos raseros que se emplean y que hacen incomprensible que no se haya llegado a firmar el acuerdo como hicieron en menos de un mes Alemania y Francia, en Estados Unidos se aprobó su uso el 22 de Abril.
Tampoco hemos de olvidar la paradoja asesina que se produce ante la existencia de un tratamiento curativo y que no se pueda utilizar porque los intereses económicos de la empresas farmacéuticas lo tengan paralizado en tanto no saquen todo el beneficio que consideran. Es comprensible que una empresa, en este mundo capitalista en que sufrimos, obtenga sus beneficios. Lo que es menos entendible es que sectores como este de la sanidad, que tanto ha supuesto para todos los estados a lo largo del tiempo se haya dejado en manos privadas, como la educación, las comunicaciones, los carburantes, el agua, la electricidad, o la banca.
Esto es capitalismo y que luego no nos vengan con cuentos; aquí el ser humano es quien menos interesa.

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