Me queda la palabra

Maestro, José Luis Sampedro

A él, que demostró que se puede ser solidario en todo momento, que se puede estar comprometido hasta el final, que otro mundo es posible si estamos dispuestos a sacrificarnos, nuestro eterno agradecimiento.

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He de reconocer que la primera vez que supe de la existencia de José Luis Sampedro fue allá por los años ochenta, cuando mi mujer me recomendó la lectura de “La Sonrisa Etrusca”. En aquel primer contacto con su literatura descubrí con sorpresa que la belleza y la sensibilidad caben en una historia sencilla, que se puede convivir con el sufrimiento de una manera humanizada y que la grandeza se puede esconder en una obra pequeña. Pocas veces he sentido tan dentro una historia y cada vez que hago memoria de los mejores libros que he leído siempre aparece esta deliciosa novela. Pasaron años hasta que una nueva obra de Sampedro cayera en mis manos, “Monte Sinaí”, que a pesar de mi buena disposición no dejó mucha huella en mí; poco después tuve la oportunidad de encontrarme de nuevo con José Luis Sampedro, “Octubre, Octubre”, algo totalmente distinto a las otras dos citadas, una obra mucho más compleja, muy bien elaborada, con un protagonismo coral y que a veces resulta ciertamente elevada, por la profundidad de algunos momentos, que, sálvese mi atrevimiento, me recordó en este sentido al “Ulises” de Joyce. En fin, una novela grande en todos los sentidos.
No creo que mi conocimiento puntual de la obra del profesor Sampedro sea motivo suficiente para que ose escribir sobre su figura. En últimos diez años las referencias continuas en su compromiso con la actualidad me han ido descubriendo a una persona señera dentro del panorama cultural y social, pero fue a raíz del libro “¡Indignaos!” de Stephane Hessel cuando la faceta de personaje referente comenzó a tomar para mí carta de naturaleza. El prólogo de José Luis a la obra de Hessel es el complemento perfecto para  este pequeña maravilla que fue santo y seña del argumentario de este nuevo concepto de reivindicación ciudadana. Este nuevo aire ha transformado el concepto social de las personas, antes meros comparsas de la política oficial, a la que sufrían con estoicismo pasivo, hasta convertirlos en sujetos activos que muestran no estar dispuestos a que se les siga ignorando,  aunque esta nueva actitud comprometida exija de un sacrificio y de un compromiso no exenta de riesgos. En la segunda obra referida al movimiento ciudadano y como consecuencia de éste, “Reacciona”, Sampedro encabeza el elenco de intelectuales comprometidos que con su participación muestran que todo el entramado ciudadano tiene una absoluta consistencia y le otorgan una autoridad intelectual que se le quería negar, significando una intención clara de seguir en la lucha.
Desde entonces, a nadie se le escapa que José Luis Sampedro, con una valentía y una capacidad envidiables, no rehuye salir a la palestra y mostrar su afección por este nuevo sentir lleno de ilusión y carente del conformismo antes imperante. Él sigue siendo un referente hasta el final. Soy consciente de la repetición del término y de su efecto redundante. Viene ello a explicar el hecho anécdotico de que, cuando parte del movimiento ciudadano consideraba que era necesario canalizar la indignación a través de una opción electoral, tras la aparición de Anguita en Sabadell, se crearon las bases para la gestación del Frente Cívico-Somos Mayoría, algunas personas de la primera asamblea que se creó de la incipiente organización, que recuerdo fue la de Rota, planteamos con escaso éxito, que no fuera sólo Julio Anguita el referente, que debían de ser muchos más para que la pluralidad estuviera asegurada y la proyección fuera más amplia e independiente, y que entre las personalidades que propusimos, encabezaba la lista José Luis Sampedro. Es evidente que aquella idea no cristalizó. No nos preocupa mucho ahora, pues por culpa de los derroteros antidemocráticos que  fue adquiriendo el pretendido colectivo ciudadano, lo mismo que la Asamblea de Rota fue la primera en aparecer, también fue la primera en desaparecer. Lo que si deja claro que, para quienes el nuevo concepto de ciudadanía como ente comprometido, Sampedro es y seguirá siendo una fuente de inspiración.
No se me puede olvidar, y por ello quiero dejar constancia, que él, un economista que impartió su visión de esta parcela fundamental en la sociedad actual en la Universidad Complutense de Madrid, acostumbraba a demostrar que la Economía podía ser de otra manera. El viejo concepto de que “los economistas tienen como misión hacer más ricos a los ricos” para él se convirtió en que “la misión del economista es hacer menos pobres a los pobres”. Un brillante lema para un personaje que alcanzó los niveles más relevantes en un campo tan ingrato: bonito y esperanzador cambio. Parece que la premisa no cayó en saco roto.
A él, que demostró que se puede ser solidario en todo momento, que se puede estar comprometido hasta el final, que otro mundo es posible si estamos dispuestos a  sacrificarnos, nuestro eterno agradecimiento. Sirva esto para dejar patente mi reconocimiento a un gran personaje ...y mejor persona.


 

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